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Voto de Lafuente Estefanía:
4
Western Monte Walsh es un buen vaquero que ni sabe, ni quiere hacer otra cosa en la vida que ser vaquero. La inminente llegada del ferrocarril, de las compañías que compran ranchos y de las nuevas tecnologías hacen que los vaqueros tradicionales tengan grandes dificultades para encontrar trabajo. A pesar de todo, Monte sigue fiel a sus principios e intenta no dejar de trabajar como vaquero.... Remake de "Monte Walsh" (1970). (FILMAFFINITY)
13 de diciembre de 2020
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pregunta que hace un veterano vaquero, Chet Rollins (Carradine), y respuesta que le da su buen amigo y colega Monte Walsh (Selleck). Fin de la cita que nos sirve para entrar en el drama que se desarrolla en la cinta, donde un puñado de esforzados conductores de ganado y domadores de potros se baten en retirada de la vida y de la profesión.
Estamos en el poblado de Antelope Junction (Wyomin) en 1862, y las grandes empresas del Este compran los ranchos y despiden a los trabajadores sin contemplaciones. Todo muy crepuscular y triste.
En este sentido abundan frases que enfrentan la inexorable modernización que llega al Oeste con toda una forma tradicional de entender la vida: "La Compañía no entiende de caballos. -Ni tampoco de hombres". Hombres con un sueldo de 25 dólares al mes comidos y dormidos en barracones comunes, bajo la dirección de capataces que son compañeros: "¿Perdería su empleo por ellos? -Perdería mi vida por ellos", pues lo único que realmente tienen es "Libertad y orgullo", en realidad "Solo tienen sus propias reglas. No están escritas. Se viven". En lo sentimental las cosas tampoco van mucho mejor, pues "Los vaqueros no se casan, salvo que dejen de ser vaqueros".
Pueblos con su saloon y su almacén, su casa de baños que dirige el barbero que también hace de dentista. Ranchos con malolientes cocineros a los que hay que tirar al agua para que se laven. Y peleas, peleas a puñetazo limpio con su secuela de moratones y de heridas que hay que suturar y coser. También muertes por neumonía.
La cinta está rodada en exteriores con magníficos paisajes muy bien fotografiados, hay buena música, la interpretación es en general convincente, pero la trama se desgrana con una lentitud desesperante. Dos horas de duración para una historia que, en esencia, perfectamente podía darse en la mitad del tiempo. Es comprensible que las obras televisivas traten de llenar toda una tarde de domingo con la batería de anuncios correspondiente, pero el cine es otra cosa y reclama algo más dinámico y rápido.
Con estas películas dirigidas a la pequeña pantalla a veces tiene uno la sensación de encontrarse con un simple caramelito, eso sí, muy bien envuelto en papel de celofán.
Lafuente Estefanía
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