Una niña aparece muerta en el bosque de un cantón suizo. Muy pronto la policía dirige sus sospechas al buhonero (Simon) que ha descubierto el cadáver, una especie de Benito (L. Vázquez) que parece sacado de "El bosque del lobo" (Olea).
Pero no toda la policía suiza es tonta. Ahí está para demostrarlo el comisario Matthäi (Rühmann) que se hace gasolinero para pescar al verdadero culpable, "Una trucha es un pez voraz y solo se caza con cebo vivo". Es decir con el señuelo de otra niña. Como Caperucita Roja en el bosque a merced del lobo.
Con la ayuda de un dibujo de la víctima y de la interpretación que hace el profesor Manz (Balser), psiquiatra forense, se forma un perfil del asesino. Se trata ahora de encontrarlo y capturarlo.
Excelente cine negro que aborda tempranamente la pederastia que solo en Alemania causaba más de 15.000 delitos contra la infancia. Entonces como ahora "Los niños siempre corren peligro".
Guion un poco precipitado que pasa sin demasiadas explicaciones por algunas cuestiones de la trama. Realización que mantiene en todo momento la atención del espectador con un ritmo sosegado. Hay intriga y tensión dramática pero sin llegar a la angustia o al terror.
Como el chocolate suizo, combinando acertadamente el amargor del cacao del chocolate negro con la dulzura de las chocolatinas que el depredador ofrece a las niñas.
Discreto análisis de los personajes. Mejor descritos algunos secundarios como el buhonero o el asesino, que el propio protagonista que no sabemos al final en qué queda con la madre viuda de la niña.
En cualquier caso una destacada película del gran director de "Marcelino, pan y vino". No se la pierdan.