El primer servicio de Scott Derrickson a ese Hollywood más industrial y de presupuesto holgado llegaría con "Ultimátum a la Tierra", tras el éxito de "El exorcismo de Emily Rose" (2005). Un movimiento que se saldaría con su película más impersonal, prescindible e intrascendente.
De los muchos problemas que tiene este remake de la cinta homónima de Robert Wise de 1951, que por el camino cambia el pánico nuclear por el ecologista, el fundamental es su indecisión en cuanto a escoger el tono adecuado. A medio camino entre el drama sci-fi existencialista que le pega por historia y el blockbuster más palomitero que le pega por construcción, "Ultimátum a la Tierra" se pierde. Y no se encuentra jamás.
Y tras esa fratricida lucha de intereses ya casi nada tiene sentido ni funciona. No me he detenido en lo gris —sí, en su paleta de colores también— y plomiza que es la cinta, he preferido dejarlo para otro día.