En esta segunda parte de la trilogía de precuelas nuestro Anakin se ha convertido en un adolescente y trata de ligar con Padmé Amidala, a pesar de que sea unos cuantos años mayor que él. En un contexto bastante amenazador, con las tensiones separatistas en la República, el protagonista se debate entre sus deberes como padawan, las injusticias que caen sobre su familia y ese amor incipiente. Poco a poco se empieza a ver una evolución del personaje cuyos principios empiezan a chocar con la realidad que observa.

Las mejores interpretaciones son de los veteranos como Ewan Mac Gregor o el gran Christopher Lee, pues no me termina de convencer el Anakin pre-adulto. La relación sentimental que desarrolla es más bien fría y superficial para el tiempo que ocupa en el argumento y desarrollo del film. No existe una conexión clara entre ellos, sino un tira y afloja que pudo haber tenido más gancho.

Los efectos especiales siguen en la misma línea, recreando de forma espectacular el espacio y los escenarios. En ello superan a todas las películas hasta esa fecha presente. Pero aparte de un fuerte impacto visual hay que acompañarlo con un ritmo diferente, que es lo que realmente le falta. Las escenas son cortas y al principio se nos suministra mucha información para luego asistir a un desarrollo lento de los eventos.

A la anterior película podíamos darle un voto un confianza por ser la introducción a la historia, pero la presente da la sensación de que se quiso dejar muchas cosas para el cierre de la precuela.