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España España · Zaragoza
Voto de Meier:
10
Drama Situada en 1936, Don Gregorio enseñará a Moncho con dedicación y paciencia toda su sabiduría en cuanto a los conocimientos, la literatura, la naturaleza, y hasta las mujeres. Pero el trasfondo de la amenaza política subsistirá siempre, especialmente cuando Don Gregorio es atacado por ser considerado un enemigo del régimen fascista. Así se irá abriendo entre estos dos amigos una brecha, traída por la fuerza del contexto que los rodea. (FILMAFFINITY) [+]
13 de enero de 2010
15 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es hermosa por abordar, de manera tan poética e intimista, situaciones tan humanas en todo transcurso vital; tales como la delicada inocencia, el bello dolor del primer amor, el placer del conocimiento, la brisa de paz que aporta la naturaleza, la bondad del humilde y el "abuso" del poderoso, el grato aporte de la amistad, la religión, el miedo a la muerte, el sexo, etc. Si además, todo este ambicioso planteamiento moral lo lleva a cabo un plantel de actores con una eficacia y exquisitez espléndidas, y el que me conozca bien sabrá que es difícil que la totalidad de un reparto me satisfaga de manera tan grata (destacando, por encima de todos, un Manuel Lozano -tan hombre- y un Fernando Fernán-Gómez -tan niño-), entonces es realmente complicado negar la primorosa factura de la cual hace gala este largometraje.

Es triste por todo el trasfondo histórico-político que empaña de injusticia y crueldad cualquier bello paisaje. Ya que por mucho que los mismos recelosos de siempre se empeñen en hablar de claro posicionamiento ideológico, sólo consiguen dejar en evidencia su falto conocimiento de la realidad que aconteció en esa aciaga época. Ésto no consiste en si el director hace un enfoque claramente a favor de la República o si el espectador, al que le haya encantado esta película, comulga con estas ideas o de otra índole de izquierdas (que en muchos casos no es así). Ésto se trata simplemente de la realidad de nuestro pasado histórico. Éramos libres, con una precariedad y unas limitaciones acordes con la época, pero felices y tranquilos. No tenías que ir con miedo de hablar o, más aún, de pensar lo que quisieras. Había gente católica de izquierdas, ateos comunistas, monárquicos, carlistas, republicanos de derechas... y, dentro de toda esta heterogeneidad ideológica, nadie era más o menos por pensar de una manera u otra. Está claro que había desavenencias y enfrentamientos de índole política a causa de los diferentes intereses de cada clase social, pero se discutían y/o se intentaban solucionar con el máximo consenso posible en favor de una agradable convivencia. Nunca a nadie se le ocurrió amedrentar por medio del terror o, incluso, asesinar a otro ser humano por pensar diferente que él. Hasta que un día, la mayoría de la clase alta española (compuesta por ejército, iglesia católica, caciques...), al ver que sus poderes se iban reduciendo a causa de un régimen que no favorecía sus intereses pero que, ante todo, había sido designado por la mayoría del pueblo español y de una forma legal, decidió que era tiempo de imponer el miedo y así, durante 39 años, no volver a caer en el "error" de que la mayoría pudiera decidir, legal y libremente, en contra del beneficio de unos pocos.
Meier
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