La carrera de Kenneth Branagh es irregular. Ha tenido buenos momentos (“Hamlet”, “Mucho ruido y pocas nueces”), algunos bochornosos (“Artemis Fowl”) y últimamente se está abonando a producciones en las que pone su talento al servicio de un buen cheque (“Thor” o “Jack Ryan”) en las que era difícilmente imaginable hace unos años.

Ahora ha encontrado el filón de las adaptaciones de Agatha Christie y le está yendo muy bien, la verdad. A mí me gusta Agatha Christie y me suelen gustar sus adaptaciones, dado que su estilo es muy teatral y sus tramas suelen ser muy interesantes. Así que es una apuesta a caballo ganador, una apuesta segura. Y parece que el éxito le está acompañando. Me alegro por él porque ha recibido críticas no siempre justas en su labor actoral y de dirección. Difícilmente puedo encontrar a un actor más apropiado para interpretar a Hercules Poirot que él en el panorama actual, porque combina bien la flema con la chispa que se le supone al personaje. No se me ocurre a nadie mejor.

En definitiva, que la segunda entrega de las aventuras del detective belga entretienen, no se hacen pesadas en ningún momento, aunque es verdad que se puede hacer un poco larga en algunos tramos (sobre todo la historia del bigote de Poirot), pero en líneas generales es una adaptación conseguida con un reparto (como suele ocurrir en este tipo de films) bastante atinado, en el que destacan Cal Gadot, elegantísima como siempre, y el caído en desgracia Armie Hammer, al que me parece que se le ha acabado la carrera cinematográfica por ser un poco depravado (como si fuese el único).