Jaume Collet-Serra entrega la que es posible su película más interesante desde "La Huérfana". Casi le damos las gracias de que se aleje por un momento de sus consabidos thrillers y nos lleve a estas paradisíacas y mortales aguas acompañados de Blake Lively. Una actriz que pone alma y, sobre todo, cuerpo a una historia que inevitablemente va a ser comparada una y otra vez con aquella obra maestra realizada por Steven Spielberg en 1975.
Pero bajo esta apariencia tenemos un film dinámico, medianamente tenso, y con un suspense que busca el entretenimiento sin demasiados esfuerzos.
El director tras filmar unos planos de postal, sobre los que no escatima mostrar los atributos físicos de su protagonista, se zambulle logrando que no miremos el reloj en ningún instante.
Aquí lo de menos es la historia de fondo del personaje, trilladísima hasta el extremo. Lo que nos interesa es el duelo entre ella y el depredador que la acosa. Un ejercicio brillantemente filmado, con incluso algunas escenas evocadoras, y con un personaje secundario inesperado, que actúa como una especie de señor Wilson pero con alas.
El realizador catalán, afincado en Hollywood, no ha aportado absolutamente nada sorprendente en los últimos años. Sus películas son producto de batir en un mismo recipiente los clichés más habituales del género más manido. Afortunadamente en esta ocasión, la mezcla le ha salido mucho mejor.
Una película que vuelve a confirmar mi animadversión al mar, reafirmando en lo bonito que es verlo desde tierra firme. Aunque a decir verdad su mayor peligro no está bajo sus aguas, sino más bien en quienes las invaden verano tras verano. Menos mal que ya hemos superado un tercio de esta cansina estación.