Seth McFarlane es todo un entertainer en todo lo que hace, y más en esta película donde no solo dirige, sino que escribe, produce, actúa y hasta incluso baila. Pero lo que más valoro de él es su estilo “friki” e indudablemente referencial al cine de los 80. Y cuando uno descubre que casi somos de la misma quinta, es cuando terminas por entenderlo todo.
Ya nos lo hizo ver en su magnífica “Ted” que más que una película con un oso que hablaba, era una cinta homenaje a nada menos que “Flash Gordon” ¡!.
En esta ocasión el turno le toca a las películas del Oeste, ese género del que tanto gustan nuestros padres y abuelos, y que tantas horas nos llenan las parrillas de las televisiones autonómicas.
No hay un cine tan lleno de iconografía para parodiar, aunque en esta ocasión todo esté aderezado con toneladas de sal gorda. Es decir, chistes guarros de todo tipo, momentos gore, situaciones disparatadas, y hasta un número musical digno del mejor Mel Brooks.
Reconozco que no todos los chistes funcionan, pero los que sí lo hacen, vaya como lo hacen ¡!. Hay uno protagonizado por una oveja, que mejor no os lo cuento.
Y si os dais cuenta y volvemos la vista atrás 30 años, ya había comedias llenas de escatologías y otras lindeces en películas como “Porkys” o “Loca Academia de Policía”. Y mira que nos gustaban cuando éramos niños.
El resto del conjunto, como toda comedia actual que se precie, contiene ciertos bajones de ritmo (sobre todo en el tramo de la “flipada” india) pero con un empaque visual más que sorprendente. La fotografía del Monumental Valley es espectacular, de lo mejor que he visto en años y la banda sonora de Joel McNeely está muy por encima de lo que se cuenta. Atentos a la escena del tren, puro sucesor de John Williams.
McFarlane sigue por muy buen camino en el cine, y aunque le sobra algo de metraje en su nueva propuesta, en cuanto pula según que vicios nos dará una comedia redonda. Y sino tiempo al tiempo.
Y un apunte más, que lástima que no contenga más números musicales ¡!