Respondamos con sinceridad. ¿Quién no se ha puesto cachondo viendo con esta película de lo que es capaz un tío al que le tocan en exceso los epidídimos? Eso es John Rambo: el producto final de dejar volar libremente la imaginación para parir a uno de los personajes más icónicos de la historia del cine. Un individuo inventado para superar todos los límites de supervivencia imaginados por el ser humano, una especie de supermacho tan escaso de razonamiento como sobrado de testosterona capacitado para afrontar los más increíbles retos en el cuerpo a cuerpo y sobrevivir a todo tipo de inclemencias climáticas que osen ponerle a prueba. Y montados en la vorágine del más imposible todavía, tanto da que haya que pasar por encima de una comisaría entera de policía, arrasar a un ejército al completo con la simple ayuda de un cuchillo y cuatro ramas de árbol o hacer desaparecer a un pueblo entero con todas las fuerzas de seguridad aniquiladas a ritmo de pólvora. Cinco contrincantes, diez, cincuenta, cien, cuatrocientos...qué más da. ¡Sin límite de apuesta oiga!

Puede que Stallone no sea el actor con mayores dotes interpretativas pero fue él quien dio vida a Rocky Balboa y posteriormente a este John Rambo, dos de los personajes más carismáticos de la historia del cine, a cada cual más bruto y primario, pero carismáticos al fin y al cabo, aunque sea a fuerza de sudoroso músculo y limpio mamporro, y ya solo por eso merece nuestro respeto. Y este es el resultado aquí: una entretenidísima película que nos ofrece toneladas de acción y violencia servidas con mucho odio y muchas ganas de enseñarnos qué es lo que sucede cuando decides tocarle la huevera al prójimo hasta las últimas consecuencias.

Con una buena puesta en escena, somos testigos de cómo la tensión va en aumento y cómo se va calentando poquito a poco el agua del cazo hasta que finalmente ésta se pone a hervir y no pueda dejar de hacerlo hasta que la película termine. Una forma de decirnos que a veces es mejor dejar estar las cosas a tiempo y no insistir en la estúpida idea de querer quedarnos nosotros con la perra gorda sin pensar en todo lo que de ello se pueda derivar. Cuando la violencia se desata, la cinta arrolla por la sucesión incesante de hechos, carreras, peleas y cacerías que pasan a convertir a Rambo de un resignado excombatiente del Vietnam a una bestia desatada incapaz de distinguir entre los que le torturaron por entonces y los que intentan abusar de él en el momento actual. El resultado final transmite poderío visual y empaque al más puro estilo ochentero, con esa estética inconfundible del héroe que aquí nos ocupa.

Bien es cierto que esta primera parte es la única que merece la pena, destacando muy por encima de todo el conjunto posterior de secuelas que vendrían después y que arrastrarían la imagen del personaje por el fango. Pero si quieres dar rienda suelta a tu lado animal y comprobar lo bien que te quedas, esta película te ayudará a conseguirlo.