Película localizada en el país derruido que dejó la guerra en 1940. Con unos personajes inertes, sin ilusiones, donde muestran su indiferencia en muchas escenas como cuando Ana encuentra a su hermana desfallecida o Fernando observa sin inmutarse cómo su hija huye desapareciendo entre el campo trillado. Frente a esos personajes sin alma, la ingenuidad de una Ana Torrent que regala los únicos minutos de calidez del metraje. Como anécdota, todos los personajes mantienen sus nombres reales (Ana es Ana Torrent, Fernando es Fernando Fernán Gómez, Teresa es Teresa Gimpere) porque la Torrent no entendía por qué se les debía cambiar los nombres en la ficción...

Esa desilusión e indiferencia de los personajes se ve reforzada por el ritmo excesivamente lento que imprime la dirección de Víctor Erice.

Y entre ese ambiente flemático destaca la magnífica fotografía de la árida meseta castellana, así como el ocre y ámbar colmenero frente al gris del resto de las escenas.

Para mi, es tan sólo un suficiente.