¡Violencia! ¡Violencia! ¡Y más violencia! Eran los 80 y, más pronto que tarde, el rey de los actioners grandotes de la década sería llamado a bajar momentáneamente del olimpo -literalmente, en su ya lejano debut- de la fantasía en la primera división de los blockbusters y meterse en los fangos de los thrillers con venganza.
Aquí no hay monstruos gigantes, ni hechiceros, ni un boy scout de futuros apocalípticos, ni un ejército de guerrilleros. El sheriff Arnold Schwarzenegger -en un personaje primo hermano del que lo devolvería al cine unas décadas después, al menos hasta que se vuelve la inspiración del futuro Harry Tasker midiéndosela con Robert Davi- es enviado como si fuese un engominado pitbull para calentar la mejilla a gangsters, chulos, macarras, ludópatas embaucadoras en la ciudad con el pizpiretamente malvado Sam Wanamaker.
Blanche Baker -Ofglen en la primera adaptación de 'The Handmaid's tale'- ejerce brevemente como alivio "romántico" y cómico de Arnie, y tiene la fortuna de ser obsequiada con frases tan lapidarias como zalameras:
"¡¡Si bebes no hagas pasteles!!"
Aunque es la rubia Kathryn Harrold la que se lleva el gato al agua, la camiseta de Arnie y la que intercambia consejos de coaching en una humeante timba de poker:
"- Perder sirve para mejorar el carácter.
- Ganar para mejorar el vestuario"
Sin ciencia ficción. Sin épica. Sin grandes efectos especiales... bueno, miento. El Chuache es un efecto especial a todo los efectos de caos y destrucción del mobiliario urbano.
Dirige un artesano para todo -desde ésta o 'Los perros de la guerra' al Robin Hood de Patrick Bergin o 'El pico de las viudas'-, que nació destetado por la BBC, John Irvin.
Y ya está, eso es todo. Ahora meted la cassette en la radio del coche y haced sonar a todo trapo "(I Can't Get No) Satisfaction".