La colmena es un habitáculo usado por las abejas para protegerse cuando se recogen y se reproducen. Y tal es el espíritu que rodeaba a una España deprimente, amarillenta y seca en plena posguerra, que no se expone más de lo que demandan unas circunstancias cerriles, supersticiosas... reprimidas.
Que el cine del pueblo esté repleto enteramente de niños -pequeños, y grandes con bastón- tan solo constata que viven en un plano diferente al del adulto, viendo los primeros cómo les narran historias maravillosas antes de que se acostumbren, cuando crezcan, a esperar a que les ocurra algo, encerrándose en sí mismos como Teresa Gimpera o parándose a contemplar la fachada del cine al pasar frente a él como observando algo incomprensible (salvo departiéndolo con susurros nocturnos únicamente audibles para las genias Ana Torrent e Isabel Tellería con una vetusta mesa de noche interponiéndose entre ellas).
A la sensación de compartir una misma paleta de colores, temas, enfoque y sensación de encierro mediando el oscurantismo rural con todo lo bucólico a lo que el mismo escenario, paradójicamente, se presta, practicamente a la vez en el mismo año y, a posteriori, la década de los 70 para Carlos Saura, se condensan aquí propiedades idénticas a las suyas: el costumbrismo mesetario sobre los bergmanianos miedos infantiles -o los de los adultos, que sobreviven dentro de su propio universo- combinándose con tiento quirúrgico intermitentemente, sin que Erice pierda la ocasión de despacharse a gusto homenajeando a 'El Doctor 'Frankenstein' (1931, James Whale) empleada como analogía del escarnio, linchamiento y la persecución ideológica que forzaba a algunos... .