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Voto de antonio lopez herraiz:
7
Acción. Intriga Art Jeffries es un agente del FBI bastante insolente con sus superiores, razón por la cual le asignan las escuchas telefónicas. Por fin, un día, le encargan la investigación del caso de un niño desaparecido, cuyos padres han sido asesinados. Cuando lo encuentra, resulta ser un autista de nueve años que tiene una prodigiosa capacidad para interpretar códigos del gobierno teóricamente indescifrables. (FILMAFFINITY)
9 de noviembre de 2023
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las múltiples ventajas de la chulería socarrona de Bruce Willis es que su temperamento conseguía ser amoldable a todo tipo de compañeros de acción -a excepción de Tracy Morgan-, y eso incluye a un crío superdotado de espectro autista que la lía parda descifrando un código ultrasecreto del FBI marcando un número de teléfono: es como cuando te apetece pedir comida tailandesa o china pero te confundes de número y llamas por equivocación al Malik Kebab. Pues esto es una cosa parecida, pero plan thriller.
En resumidas cuentas, una peli de fugitivos a la carrera -niño y agente degradado-, persecuciones, tiroteos -eso lo dejamos sólo para Willis y Baldwin- y Miko Hugues demostrándonos antes de que se esfumase (¿por qué? No lo entenderé nunca) que el actor que hacía de Curro en 'Los Serrano' no fue el único que tuvo la misma edad un porronazo de años y creció de repente.
Su actuación es formidable, eso sí, pese a caer en los clichés estereotípicos y la sobreactuación de los memes en los que exclama "ñiñiñiñíñí" con unos años menos. Y mejorando lo visto en 'La nueva pesadilla' (1994, Wes Craven) reanuda idénticos ataques de histeria e idénticos problemillas noctámbulos de circulación vial.
Kim Dickens ('Treme') es una heroína accidental con la que se tropiezan Willis y Hughes un par de años antes de que Kevin Bacon le diese una friega de Vicks Vaporub en 'El Hombre sin sombra' (2000, Paul Verhoeven).
Harold Becker, que ya había dado lo mejor de sí entre Al Pacino y algunos videoclips de Madonna, sabe cómo mantenerte atento a la función y regalarte un clímax apabullante como los que le gustan a Willis: en un rascacielos.
John Barry firma una partitura funcional que bascula, según la escena, entre lo dulce -escenas familiares-, escenas de asedio, tensión con fanfarria trepidante y los ruiditos psicotrónicos cuando Miko Hughes lee códigos accidentalmente. Fue su antepenúltima BSO. Lo del cameo de Koko Taylor interpretándose a sí misma cuenta como propina.
En fin, para pasar el rato.
antonio lopez herraiz
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