Valiéndose de una generosa ristra de golpes, patadas, persecuciones, navajazos, chistes malos y diálogos de puro relleno con el silbido de las balas de fondo mientras el Dios del Trueno se cepilla a todo lo que se le cruza, y bajo el mecenazgo de los productores Anthony y Joe Russo -'Avengers: Infinity War', 'Avengers: Endgame', los tres se revuelcan, cual gorrinos en una charca de testosterona -y sin pretextos fantásticos ni vetos a la violencia gráfica propugnados por Marvel y Disney en vehículos superheroicos precedentes-; refocigándose en el caldo primigenio del actioner más puro, rudimentario, desenfadado y garrulo, sacando petróleo de un guión de los propios productores que no logró financiación para convertirse en película, y se transformó en una olvidada novela gráfica ilustrada por Fernando León González.
Tyler es un mercenario. Un héroe que prefiere hablar con las armas y los puños. Y deberá introducirse en la peligrosa (y sitiada) ciudad de Dhaka con el encargo de recuperar para un jefe mafioso a su hijo secuestrado. ¿Uno de los rescates de Kurt Russell y John Carpenter ('Rescate en Nueva York, 'Rescate en Los Ángeles') pero cambiando la América postapocalíptica por Bangladesh? Pues básicamente sí. No hay más trasfondo. Helicópteros que estallan. Artes marciales. Tiroteos. Huesos rotos. Y muertos, muchos muertos.
Sí, algún día Marvel regresará a sus vidas. Pero todo parece indicar que, hasta que eso ocurra, tanto Hemsworth como los hermanos Russo tendrán un segundo hogar en el cine de acción. A Netflix se le podrán reprochar multitud de defectos, pero no precisamente el de estar contribuyendo a la desaparición del género.
El debutante Sam Hargrave se ocupa de la dirección.