Aunque ahora nos parezca un poco menos original, hay que decir que la película de Russel Mulcahy contaba con una idea muy buena. Una especie de elegidos que gozaban de inmortalidad y que tenían que enfrentarse entre sí para que al final solo pudiera quedar uno. Esa base videojueguera de combates uno contra uno que tan de moda estaba en los años ochenta sirvió para gustar a toda uan legión de seguidores que vieron en la película británica una comunión perfecta entre entretenimiento y originalidad.

Los Inmortales sigue siendo una película buena, incluso diferente a todo el resto. Quizá su aire británico es lo que le da ese toque alternativo. Christopher Lambert y Clancy Brown están especialmente remarcables, y sorprende que Sean Connery esté flojo en determinados momentos importantes de la película. En cualquier caso, no son las interpretaciones lo que destacan del film.

Lo que si destaca en cambio es la música, que merece mención separada. Tras el intento de banda sonora de Flash, Queen daban el pelotazo y conseguían además que los temas que se incluían en la banda sonora fueran parte de los himnos de uno de los mejores grupos de la historia (para mí el mejor). Who Wants to Live Forever o la propia Princes of the Universe incluso se hacen raras escuchadas en la película de lo populares que se hicieron.

Pero aunque estamos ante una buena película hay partes que no me gustaron nada. Practicamente toda la investigación policial y lo que ocurre en la era contemporánea es bastante prescindible, llevándose de calle el interés la historia de los orígenes del personaje interpretado por Christopher Lambert, así como todas sus apariciones a lo largo de la historia. La historia de amor que surge en el presente no es nada comparada con la que se nos da en etapas anteriores, y se ve bastante descafeinada en relación a todo el sentimiento de la película.

Una película inmortal que no volvió a ver la gloria conseguida en su primera parte. Un icono de los ochenta que sigue viéndose intocable de la misma manera.