Si Perros de Paja era una película donde los foráneos no son bien recibidos aquí tenemos todo lo contrario. El pueblo donde para Gary Bond es, sin pretenderlo, uno de los lugares más terroríficos donde pasar unas calurosas y navideñas vacaciones (caprichos del hemisferio sur). Un pueblo donde decir no a un trago está peor visto que matar a alguien y donde el exceso de hospitalidad te puede llevar al lugar más profundo y retorcido de tu ser.

Ted Kotcheff hace una película incómoda que al principio no es gran cosa y que incluso cuando ha terminado no sabes si te ha gustado o no, pero conforme pasa el tiempo y se va asentando en tu ser te das cuenta de lo mucho que marca sin llegar a tener un objetivo concreto más que narrar las desventuras de su protagonista. Un contraste de sensaciones que acaba siendo escenificada con la terrible escena de la caza de canguros, una de las secuencias más impactantes y desagradables que he visto en una pantalla.

Pero más allá de ese punto por el que probablemente la peli es más recordada, encontramos un film lo suficientemente bueno como para hacer emocionante una jornada de apuestas de cara o cruz. El ir y venir y las continuas recaídas de un hombre de bien como el que interpreta Gary Bond nos hace ver que todo el mundo tiene una parte oscura en la que puede caer casi sin pretenderlo.