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Voto de Cinemagavia:
6
Drama Auguste Rodin (1840-1917), a sus 42 años, conoce a Camille Claudel, una mujer joven desesperada por convertirse en su ayudante. Él rápidamente se da cuenta de su potencial y la trata como una igual en términos creativos. Después de más de una década de trabajo y de relación apasionada, Camille se separa de él, una separación de la que nunca se recuperará y de la que Rodin saldrá profundamente herido. La película también muestra algunos ... [+]
9 de agosto de 2018
6 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Rodin comparte su vida con Rose Beuret (Séverine Caneele), su amor de toda la vida, pero todo cambia cuando conoce a Camille con la que mantendrá una intensa relación profesor-alumna. Rodin no solo se queda prendado de su belleza sino que también se ve atraído porque ella verdaderamente comprende su arte y puede ver la vida que contienen sus esculturas.

Camille, que adora el trabajo de Rodin y la pasión con la que trabaja cada una de sus obras, irá acercándose cada vez más a su maestro y pronto dejará de ser no solo su alumna y amante, sino una escultora tan buena como él y le exigirá un compromiso más férreo en su relación.

Sin embargo, a pesar de amar con locura a Camille, Rodin, temeroso de su soledad, es reacio a dejar a Rose ya que aunque no entiende ni vive su arte tan de cerca como Camille, ha compartido con ella muchos años y se siente seguro a su lado. Ambos mantienen una extraña relación basada en una especie de servidumbre de esta para la realización de las tareas de la casa, siendo más que su adorada compañera, una simple ama de llaves. Además, a pesar ser conocedora de la frenética vida del artista en su taller con los numerosos escarceos que tiene con sus ayudantes y modelos, ella siempre ha permanecido a su lado.

Rodin se nos muestra como un perfeccionista, un trabajador incansable para el que la realización de una escultura no solo se basa en darle forma sino en dotarla de vida. Es tan meticuloso que parece no quedar nunca completamente satisfecho con sus trabajos. Muchas de sus obras serán criticadas y puestas en duda, pero será su representación de Balzac la que más problemas y detractores acumule.

Jacques Doillon nos muestra a un Rodin taciturno, cabizbajo y melancólico, al que las continuas críticas y rechazos a sus obras ciertamente le afectan, pero que sigue trabajando duramente día a día en lo que cree y le apasiona porque considera que solo así podrá encontrar la belleza. Además, tiene el consuelo de aquellos que sí entienden sus obras como sus colegas impresionistas Monet y Cézanne; los ayudantes y alumnos de su taller de trabajo; y como no, su querida Camille, a la que agradece su sinceridad y no duda en pedir consejo.

Cuando Camille está ausente, Rodin apenas puede trabajar. La ama con tanto fervor que roto y desolado no se puede concentrar. Sin embargo, sigue aferrándose a la seguridad Rose. En cierto modo, la pasión y el coraje de Camille le aturde, y sabe que caer completamente en sus garras supondría quedarse atrapado allí: en el deseo constante de poseerla dejando que la lujuria le aprisione.

Como si de una diosa del Olimpo se tratara, para Rodin Camille es una especie de deidad malvada que apenas puede manejar y que le arrastra al pozo de la amargura a su antojo. En ocasiones se muestra fría, quiere tener el control sobre Rodin y no entiende por qué si la ama tanto sigue estando con Rose. Además, no soporta que todo su trabajo sea considerado como una sombra del de Rodin. Él admira el trabajo de Camille y entiende que quiera buscar su propio camino ya que es una excelente escultora.

Vincent Lindon consigue a través de su tranquilidad, que en ocasiones roza la parsimonia, reflejar un Rodin ciertamente frágil. Una expresividad decaída solo rota por la felicidad que le proporcionan los momentos con Camille. Por su parte, Izïa Higelin consigue con su Camille mostrar la energía y entusiasmo propio de su juventud, aunque eso desemboque en muchas ocasiones en una actitud caprichosa y pueril.

La obra de Rodin supuso el punto de partida de la escultura moderna, y su vida estuvo impregnada por la pasión y la lucha entre aquellos que supieron admirar su arte y quienes rechazaban la sensualidad de su escultura (según nota de prensa de Caramel Films).

Dado el desenfrenado gusto por la belleza del cuerpo femenino de Rodin, la película muestra ese erotismo y lujuria propio de sus obras. Además, incorpora el componente de una relación tóxica y pasional tan beneficiosa como perjudicial; algo muy común que refleja el amor destructivo en el arte. Sin embargo, lejos de convulsionar y arrastrarnos por una tortuosa espiral de emociones, se trata de un amor que resulta más bien apático por la actitud narcisista de cada uno de los escultores que buscan principalmente su propio reconocimiento.

Un film donde las conversaciones y pensamientos se desarrollan entre largos silencios para tratar de advertir la pasión latente entre los amantes o en un vago intento por centrar al espectador en la admiración de las esculturas, pero que producen una sensación contraria de pesadez y lentitud. Una película que deja una sensación extraña por la que se podría haber sacado más partido dada la categoría del artista.

Escrito por Manuel Lara Rodríguez
https://cinemagavia.es/critica-pelicula-rodin-jacques-doillon/
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