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España España · barcelona
Voto de jbm1966:
6
Drama Maixabel Lasa pierde en el año 2000 a su marido, Juan María Jaúregui, asesinado por ETA. Once años más tarde, recibe una petición insólita: uno de los asesinos ha pedido entrevistarse con ella en la cárcel de Nanclares de la Oca /Álava), en la que cumple condena tras haber roto sus lazos con la banda terrorista. A pesar de las dudas y del inmenso dolor, Maixabel accede a encontrarse cara a cara con las personas que acabaron a sangre ... [+]
3 de octubre de 2021
5 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Uno va a ver una película sobre ETA con una mochila de sufrimiento y ansiedad ante lo que fue un problema grave en España durante tantos años. Por ello, es difícil opinar sobre esta película con la objetividad de quien puede juzgar simplemente los valores cinematográficos.

Uno ve que Bollaín ha decidido explorar el sótano del movimiento terrorista, el lugar donde yacen los sentimientos de culpa y de arrepentimiento que albergan unos seres humanos hechizados por una cierta retórica y que les permitió matar a otros seres humanos por una idea. Y cómo arrastraron a esa oscuridad a personas que no les habían hecho nada pero a quienes se consideraban invasores.

Uno aprecia que Bollaín ha sabido enfocar con la lupa adecuada esta película y adoptar el punto de vista que puede hacer aceptable su visionado. La directora ha dado voz a los arrepentidos de la banda terrorista pero no a la manera de una vida de santos sino como personas que se debaten entre lo que eligieron y la sensación de que podrían haber elegido otro camino. Y también: la necesidad de justificar lo que hicieron. Pero no políticamente, sino como una forma de compensar el horror de saber que han dedicado su vida a un sinsentido. Lo contrario, sería asumir que hay una esperanza pero no para ellos. Urko Olazábal (Luis Carrasco) y Luis Tosar (Ibon Etxezarreta) representan a los terroristas arrepentidos y exponen sus motivaciones no tan lejanas de las que podría haber sentido uno de haber sido expuesto a ciertas ideas y experiencias vitales.

Y luego están las víctimas: personas normales, como Maixabel, que se vieron abocadas al destierro interior y exterior sin saber muy bien cómo, culpabilizadas por haber optado por un proyecto diferente del que buscaban los otros. Y ahí, Blanca Portillo, se desempeña con una profesionalidad apabullante construyendo un personaje que duda pero que es consciente de que reconstruir la convivencia es una labor de pequeños gestos y no de la promulgación de leyes con nombres grandilocuentes.

La película muestra un delicado equilibrio aunque, cree uno, poscionándose siempre al lado de quienes sufren.

Es una película pequeña y conmovedora y a la que una banda sonora oscura e inquietante de Alberto Iglesias ayuda a conseguir el tono que la directora parece perseguir. O eso cree uno.
jbm1966
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