Siempre que me pongo a ver una película de cine español contemporáneo, albergo la más mínima esperanza de que me diga algo o enseñe cosas sobre la vida, sentimientos o cultura en general.

Pero esto es como querer acertar cuatro números en la primitiva todas las semanas: sabes que, a lo sumo, esto pasa una o dos veces al año, de la cincuentena de veces que juegas. El cine español, salvo escasas excepciones, no tendría la "marca de la casa" si no meten a algún yonki, alguna puta, algún chuloputas, algún tugurio de carretera, algún folleteo salvaje y una sarta de gilipolleces impensable en un planeta mínimamente civilizado.

En fin, dos horas perdidas de mi vida...y lo peor de todo, es que todavía no me resigno a admitir que tengo el 95% de posibilidades de que cualquier película española que quiera ver sea una mierda absoluta.