Los romanos sabían adaptarse a sus carencias. Como no disponían de Internet, playstation, home cinema, móviles de tercera generación o GPS se dedicaban a comer, beber y follar al estilo de La Gran Comilona pero sin morirse. Eran los romanos unos tipos de gustos mundanos universales y corrientes y no dedicaban mucho tiempo a cuestiones de tipo filosófico o teológico más que nada porque la vida era corta y la dama de la guadaña podía surgir en cualquier momento, en cualquier esquina.

Los romanos tenían de todas maneras también un lado cafre, en cierta manera como todos nosotros pero menos civilizado. Así en vez de tirar una cabra desde lo alto de un campanario o practicar vudú encima de un toro ellos inventaron el asunto del circo. Era el circo antiguo donde a falta de payasos y funambulistas había tipos que luchaban hasta la muerte y leones que se comían a la gente mientras el numeroso público espectador se lo pasaba pipa.

En aquellos tiempos también era práctica común y muy bien vista la pena de muerte. Una pena de muerte rústica pero eficaz. El asunto consistía en clavar a la gente en una cruz. Durante el largo tiempo que duró el Imperio Romano se crucificaba a mucha gente todos los días. Miles, decenas de miles, cientos de miles, ahí clavaditos, cada uno en su cruz. Tal vez por robar para comer, tal vez por enamorarse de la mujer equivocada, tal vez simplemente porque sí. Seguramente entre todos estos infelices que terminaron sus días de tan trágica manera había un buen puñado de ellos que eran de lo mas majo. Sin embargo sólo han llegado hasta nosotros las noticias de uno. Diría incluso que su influencia en nuestra vida y costumbres ha sido del todo desproporcionada. Debemos tener en cuenta que la cosa empezó a salirse de madre cuando el propio Imperio Romano tomó a dicho sujeto como artífice de su nueva Religión oficial. Lo que vino después ya lo sabemos pero en resumen sería lo de siempre. Pobre hombre el Jesús de Nazaret este. Él dale que dale con lo de paz, amor y pobreza. Y los diversos imperios que tomarían su nombre dale que dale con la guerra, el odio y la riqueza.