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Voto de Sirah Wiedemann:
10
Drama Con sólo catorce años, Antoine Doinel se ve obligado no sólo a ser testigo de los problemas conyugales de sus padres, sino también a soportar las exigencias de un severo profesor. Un día, asustado porque no ha cumplido un castigo impuesto por el maestro, decide hacer novillos con su amigo René. Inesperadamente, ve a su madre en compañía de otro hombre; la culpa y el miedo lo arrastran a una serie de mentiras que poco a poco van calando ... [+]
11 de diciembre de 2012
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Desde hace un tiempo descubrí algo que me pasa siempre que descubro una joya, ya sea un libro, película u otra cosa, que consigue revolverme por dentro y toca la fibra más sensible que hay en mí: me asoma la duda de si quiero compartir o no aquello que me entusiasma, pues me acecha el temor de que otros no puedan valorar o ver las cosas de la manera que las he sentido, y ello me duele, sería para mí algo casi místico, una manera de mancillar esa obra de arte. Sé que puede sonar muy egocéntrico, pero no es malintencionado, prefiero interpretarlo como amor genuino. Pues bien, con esta película he vuelto a tener esa sensación.
Tratándose del gran Truffaut y de una peli rompedora en muchos aspectos, he constatado, sin embargo, que hay un público nada desdeñable (no es el caso en filmaffinity) que la valoran negativamente y no dudan en tachar el cine francés como algo imcomprensible, pretencioso y aburrido. Eso me lleva al recuerdo de unas palabras de un antiguo profesor: el cine francés, al igual que pasa con Godard, lo amas o lo odias.
Y en mi caso es amor puro lo que siento por la manera en la que hicieron cine todos aquellos integrantes que contribuyeron a cuestionarse y sentar nuevas bases, culminando en la Nouvelle Vague.
Qué decir a estas alturas que no se haya dicho ya de esta película: la gran persona de Truffaut se esconde tras la figura del joven Antoine, una niñez inestable, una educación severa y con métodos poco constructivos, y el amor al cine que tuvo desde sus tiernos años. ¿Quién no ha sentido nunca ganas de hacer novillos e ir al cine a ver una buena película? Tal vez esos profesores y esos años tan duros fueron los culpables de regalarnos un genial creador de cine, pues para Truffaut el cine era la vida.
Los movimientos de cámara me recordaron por momentos a El final de la escapada (Godard), escasamente posterior a ésta película: esa forma de contarnos lo cotidiano, de fotografiar cada detalle, los planos con un Antoine ensimismado (¿qué tendrá en la cabeza ese pobre muchacho con todas las perrerías que le juega esta vida?)...Y es la infancia, aquellos años dónde nos vamos asentando como personas, lo que le han negado a Antoine, algo tan vital. El momento que más me marcó fue el de la psicóloga, ahí vemos como el chiquillo ha asumido todo, te cuenta sus desgracias de una manera tan cercana y poco sensiblera, como si no tuviera importancia. Esa dureza de la vida que tiene Antoine me llegó demasiado quizás.
En fin, otra vez me he vuelto a enamorar de otra joya del cine francés, tanto que en vez de estudiar me he puesto a hacer su crítica, enamorada de esa sutileza, de ese trato tan inteligente hacia el espectador. Y fue ahí, justo al final, cuando afloró a la superficie mi manantial y no pude dejar de llorar.
Sirah Wiedemann
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