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Voto de Travis Bickle:
7
Drama Una joven universitaria que trabaja como doble en escenas de acción de series de televisión y películas se ve constantemente expuesta a situaciones muy peligrosas. A primera vista podría parecer que se trata de una persona que se siente atraída por el peligro pero, en realidad, se trata de una forma de sublimar la horrible sensación de culpa que le causa el sentirse responsable del trágico destino de su pareja. Su profesor de ... [+]
5 de noviembre de 2022
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bajo el paraguas del amor pueden esconderse actitudes y acciones sumamente posesivas, egoístas, ridículas, que te llevan hasta la mismísima muerte en vida y, sin embargo, estar cubiertas por el envoltorio de lo romántico. La correspondencia es una buena película que podría haber sido mucho mejor puliendo algunos detalles.

Insisto, voy a centrarme en aquellos aspectos que no me han resultado redondos y perjudican a la cinta, aunque su valoración final sea más positiva que negativa. Vamos a ello.

Ed (Jeremy Irons) es un reputado profesor e investigador de edad respetable y Amy (Olga Kurylenko) una joven estudiante de astrofísica. Ambos son los protagonistas de esta interesante y original historia que muere antes de tiempo por el torpe error de la repetición y el agotamiento. Ed y Amy son amantes y se quieren con pasión y sinceridad. Dadas las circunstancias, la erótica del poder en Amy podría estar ejerciendo una gran fuerza en los sentimientos y dependencia emocional hacia Ed ya que éste es esa persona madura, seria, correcta, bien posicionada y admirada, inteligente, segura de sí misma, aquella a la que acudir ante cualquier problema porque sabes que te sacará del agujero negro… Todo ello unido a una inexistente relación con la familia y un círculo social bastante escueto, hacen su mella. Para Ed, Amy es la juventud, la inocencia, la que aporta esas dosis de locura e irracionalidad y aquella persona frágil a la que entregar seguridad y estabilidad. Añadamos a esto que se trata de un auténtico bombón de repostería fina y que a nadie amarga un dulce. Todo parece ir de la mejor manera y es entonces cuando Ed muere y comienzan los altibajos de esta historia.

Comenzamos a descubrir que Ed era consciente de una enfermedad que no había comunicado a Amy y durante un tiempo, vaya usted a saber cuánto, pero se antoja bien grande, Ed fue maquinando un plan donde involucró a todo ser con el que se cruzaba con él, hecho que casi puede rozar la locura y me atrevería a decir que casi la indecencia por una ambición desmedida y afán de protagonismo atroz. Ese plan consiste en seguir presente en la vida de Amy aun cuando te has convertido en abono para la tierra. Y todo ello lo consigue a base de mensajes de WhatsApp, cartas postales, notas, correos electrónicos y demás. Así, Ed se vuelve al principio en un contenido visual original, bueno y de gran valor, hasta que termina por convertirse en la molesta publicidad de internet que no se va nunca. Resulta hasta cruel mantener en vilo a la persona que se queda aquí pendiente de los mensajes de alguien que ya no existe y espació durante un tiempo que se traduce en años. Y es que a Amy le da tiempo de terminar sus estudios, viajar de aquí para allá a consecuencia de la especie de yincana que el bueno de Ed le ha montado, conocer a la familia de él y limar asperezas, reconciliarse con su familia, empezar y terminar su doctorado… y los mensajes de Ed siguen llegando. A todo esto, hay momentos más sensibles y melodramáticos bien llevados que aportan sentido a la trama, pero otros pocos lindan con cierta cursilería y algunos mensajes de Ed suenan algo pedantes cuando habla de estrellas, espacios, tiempos y caras reflejadas en el agua. Llega un punto que hasta la propia Amy empieza a grabarse ante la cámara con la “intención” de que Ed pueda recibir sus mensajes y respuestas, aunque realmente sepa que no los va a recibir jamás. ¿Es una especie de terapia? Esto no lo llego a entender bien y me saca un poco de contexto. Lo mismo que las partes en las que rueda escenas para películas, pues Amy trabaja como doble de acción, y es que la forma en que esos pasajes son introducidos en la historia principal no me terminan de convencer y me resultan como pegotes de otra película diferente.

Dicho todo lo anterior, no dudo en que las intenciones de Ed sean verdaderamente honestas y con buena intención, pero también fuera de lugar y más llegando a un punto tan limitante para la receptora. Claro está que la película muestra cosas que Amy consigue poner en orden gracias a la influencia de Ed.

Sobra decir que las interpretaciones de ambos protagonistas son el fuerte de la película y la compenetración entre ellos es total. También nos encontramos ante una banda sonora a cargo de Ennio Morricone que, sin ser una de las mejores del genio inmortal, es innovadora y consigue dotar de mayor énfasis y sentimiento a algunas escenas.
Travis Bickle
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