“El corazón del ángel” es otra de esas películas que pasados unos años después de su cierto fracaso en el momento del estreno es recuperada por algunos aficionados al cine y encumbrada como obra de culto.

Lamentablemente de eso no tiene absolutamente nada. Se trata de un batiburrillo bastante comercial que busca el efecto sonoro del sensacionalismo en demasiadas escenas, ya se sabe que sangre a raudales, sexo y ocultismo es una combinación perfecta para triunfar al menos económicamente. Ya en su momento estuvo calificada para mayores de 18 años y no entró en la categoría X de puro milagro en los siempre puritanos Estados Unidos. No digo que sea para tanto, pero sí tiene un gusto por lo macabro a mi juicio cercano a lo gratuito.

Como digo es esa mezcla de terror satánico, con magia negra y vudú y a la vez con cine negro con fuerte carga erótica, lo que resulta atractivo, a mi juicio es precisamente esto último, el cierto sabor a “film noir” donde encontramos sus mejores momentos narrativos. Por eso los primeros veinte minutos son de notables, para ir progresivamente desinflándose a medida que Alan Parker –el novelista más bien- decide utilizar el susto fácil y sacarse un giro de guión probablemente necesario pero totalmente absurdo e inverosímil.

La película no cuida excesivamente los detalles, no digo los de racord -como que veamos coches ochenteros en la década de los cincuenta-, sino de guión, ya que hay una absoluto desconocimiento ontológico y metafísico de lo que es el alma, pero también de los más elementales principios de la magia negra y el esoterismo afroamericano. Y es que esto de cambiar el alma como si fuera el llavero hay que trabajarlo mucho más si se quiere resultar convincente.

Por cierto parece que el tema estaba de moda en su día, ya que de ese mismo año es por ejemplo “Los creyentes”, una película con muchas semejanzas y de temática parecida, y aunque inferior a esta ninguna de las dos son una maravilla.

Lo mejor sin dudas son las interpretaciones, único verdadero leitmotiv de la cinta, Mickey Rourke está espléndido y Robert De Niro tampoco está nada mal y su sola señorial presencia ayuda en parte a hacer digerible lo irracional de su trama. Por su parte “la chica Cosby”, Lisa Bonet, por mucho que se diga, no aporta gran cosa a no ser que se desnude y fornique estupendamente. Si eso es una actriz revelación, entonces no me extraña que la dieran el premio.

Alan Parker, un director que puede ser muy comercial o muy independiente, según vengan las cosas, nos ofrece aquí una obra que se puede ver, pero que ni es su mejor película ni tiene un guión superoriginal como dicen algunos, porque un guión sólo es bueno o malo, y este está más cercano a lo segundo que a lo primero.