Después de que fuera uno de los actores que mejor se perfiló para ser una estrella desde la segunda mitad de los años ochenta, Jean-Claude Van Damme comenzaba su lista de filmes noventeros con este drama carcelario. No es una mala película. De hecho el guion resulta interesante y toma algo de lo que ya se había visto en otras películas buenas sobre prisiones, incluida la peculiar Brubaker (protagonizada por Robert Redford), de 1980.
Van Damme aquí hará algo parecido: se hará preso para identificar qué es lo que está pasando en la cárcel en la que hará la investigación. Encontrará figuras muy típicas, obviamente, pero eso no le reduce el mérito. El asunto es que el desarrollo se ve ensombrecido por unos conflictos que se hacen muy cliché y unas fórmulas en las que ya todo está contado desde que el personaje de Van Damme pisa los pasillos de la cárcel.