Resulta curioso que de la unión de 2 personajes tan limitados - siendo generoso - para esto del cine como son Russell Mulcahy, director y Christopher Lambert, actor, surgiera un clásico de tal envergadura como Los inmortales, film que resultó ser un fracaso en su estreno y que debe, como muchas grandes películas de la década, su éxito al ámbito del alquiler de VHS para consumo doméstico.

Varios factores se conjuran en el film para dotarlo de consistencia y hacerlo perdurar, la más importante quiza sea que contiene un guión bien trabajado, imbuido del espíritu libre de los 80, la historia, si se analiza, esta enfocada más como una maldición que como un premio, el ser inmortal genera más sufrimiento que otra cosa, todo un acierto, dota al film de un inesperado tono trágico que la revaloriza e intensifica su caracter formal.

Otra de sus grandes cualidades reside en el concurso de sus personajes secundarios, un Sean Connery de capa caida,
- faltaban aún 3 años para recuperarse gracias a Spielberg - que borda su Juan Ramírez Villalobos, toda suerte de maestro Jedi que Connor - Lambert - MacLeod necesita para enfrentarse al duelo final con El Kurgan, interpretado de forma portentosa por Clancy Brown, ambos actores elevan el nivel del film con sus trabajos, cargados de la justa ironía y maldad necesarias para dar un contrapunto al film cuando este lo requiere.

Imposible pasar por alto lo que con el tiempo se ha convertido en seña de identidad de Los inmortales, la música de Queen, ya solo el principio, con los títulos de crédito a ritmo de su "Prince of the universe" merecen su visionado, la curiosidad es, que el mítico grupo británico lanzó su famoso disco "A Kind of Magic" por y para la película.

Un título imprescindible para toda una generación que ha crecido con ella, lástima que sus vergonzantes secuelas hayan dañado algo su imagen, conservaría mejor su grandeza de haber quedado como espécimen solitario, de culto, algo de ello conserva, la nostalgia ayuda.