Entre vergüenza, asombro y sopor. Así pasan las más de dos horas para el aterido espectador, enfrentado a una película tan antigua que sobrecoge. Antigua en sus diálogos, con chascarrillos en 'castizo' que casi parecen de teatro de Arniches; antigua en el argumento, con 'mujeres de la calle', policías con gafas negras, botones, toreros y un etc que da grima; y finalmente antiguo en los decorados, tan falsos como ese amigo que solo te saluda cuando vas con alguna chica. Se salvan, como siempre en Garci, el reparto y las interpretaciones. Los actores de Garci siempre están perfectos, menos Landa, que va a su bola, claro.