Refresquemos la memoria. La película inicial no contó gran cosa. Su aportación a la historia de Anakin Skywalker era (orginialmente) la de contar sus orígenes. El resultado fue más bien mediocre, casi ridículo, pues estos han quedado presuntamente ocultos tras preguntas absurdas y misterios aún más absurdos. En la segunda parte, se endereza el rumbo y hay ocasionales destellos a la magia aventurera mostrada en la primera trilogía. Pese a esto, la historia queda lastrada por el romance tedioso y simplón entre Anakin y Padme y sus primeros pasos hacia el lado oscuro.

Llegados este punto, la trilogía de Lucas tenía que acabar de alguna forma coherente. Es decir, dando explicación a los sucesos que ya se han visto en la trilogía original. Esto le resta originalidad y sorpresa, puesto que ya sabes cómo va a acabar la película. Pero al menos, lo hace de forma honrosa. Esta tercera y (de momento) última entrega, es por momentos caótica. Quiere cerrar todos los cabos sueltos habidos y por haber y, en general, sale bien parada de casi todos ellos. Más madura, con intentos de ser más seria y menos infantil, no deja de ser la mejor en cuanto a calidad de esta trilogía. Pero eso no le hace ser una gran película.

Con todo, adolece de los mismos defectos que sus antecesoras: la interpretación de Christensen es mala tirando a muy mala. El paso al lado oscuro de su personaje queda, por lo tanto, lastrado por dicha interpretación. El caos argumental también llega a ser preocupante por momentos, salvado únicamente por los guiños a la historia original.

La única entrega que aporta algo (de sentido) a la saga, pero lejos de ofrecer la magia y el gancho de la trilogía original. Punto y final para la historia de Anakin Skywalker. Que la fuerza les acompañe.