Desde "Misterioso asesinato en Manhattan" Woody Allen ha practicado (salvo contadas excepciones) un novedoso género cinematográfico en el que ha conseguido una singular maestría. Se trata de las películas ingrávidas; no entendamos por ello películas vanales o vacías, no, no se trata de eso. Son más bien filme sin peso, de una ligereza peculiar, en la que se abordan temas básicos de la condición humana, pero con la misma suavidad con la que se conversa en una partida de bridge. Esa aparente falta de peso hace que las situaciones se deslicen ante nuestros ojos sin aparentar posarse sobre la realidad. Podríamos encontrar un referente europeo cercano en el mejor Rohmer, si bien el maestro francés sobrepasa al americano en frescura y espontaneidad.
Vicky Cristina Barcelona es una muestra de este cine de envolvente ligero y fondo tormentoso. La trama relativamente simple: como se enfrentan al deseo dos amigas con formas de ver la vida antagónicas. El desencadenante un Barden interpretando a un "macho" español algo tópico, pero sin duda magnético. El colofón, el histérico personaje de Penélope Cruz que define el fin de las relaciones de ambas. Todo narrado como un paréntesis en los devenires de las dos protagonistas, un paréntesis que pudo cambiarlas a ambas y que queda sólo en una anécdota que recordarán toda su vida.
En definitiva, una comedia con más calado del que en principio pudiera parecer y que fascinara a fans y dejará indiferente a los poco partidarios de Allen.