Unos gebis que vuelven de un concierto de esos llenos de melenudos y gentes de mal vivir se topan con unos vampiros, pero no son unos vampiros de estos europeos, con castillo, capa y buenos modales, no, son vampiros de la Norteamérica profunda, garrulos, sucios, agresivos y medio podres, y con la fea costumbre de combustir, explotar y derretirse al contacto con estacas, agua bendita o rayos solares, poniéndolo todo perdido en el proceso...

Lógicamente uno no ve una película como esta por las actuaciones ni por el argumento ni por los diálogos ni otras zarandajas del estilo. Uno ve una película como esta para observar mordiscos que ríete de los de Luis Suárez, miembros amputados, sangre, tripas, tipejos que explotan, gente que se derrite convirtiéndose en charcos de pringue pegajosa y cosas así. Y cosas así tiene bastantes. Y como los efectos especiales están bastante bien, podemos decir que el conjunto cumple su función.

Da exactamente lo que promete, y pedirle más no sería justo.