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España España · Marbella
Voto de SUSTOVISION:
8
Terror. Thriller Polanski interpreta al agradable Trelkovsky, que vive en un apartamento de París que tiene un sombrío pasado... la anterior inquilina, una mujer joven, se tiró por el balcón. Sus pertenencias siguen allí... cosas que alimentan la obsesión de Trelkovsky por la mujer. ¿O tal vez le están llevando a la locura? (FILMAFFINITY)
28 de agosto de 2016
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La realidad es una corriente eléctrica que recorre nuestro cerebro y nos dice que lo que estamos viendo, oyendo o tocando es “real”. La realidad material que nos rodea es objetiva y concreta, pero la interpretación que de ella podemos realizar se ve condicionada por muchos factores internos y externos. Elementos inocuos para algunos sirven como catalizadores para entender nuestro entorno como algo radicalmente diferente. La esquizofrenia y la paranoia son dos enfermedades que alteran la realidad supuestamente objetiva del individuo, lanzándolo a un viaje de pesadilla en el que todos son enemigos y no hay ningún lugar seguro. No sólo es ese constante fluir de ideas que te aterrorizan, sino también es la verificación a través de tus sentidos de esas ideas que te atormentan son reales. Nuestros sentidos, creados para interactuar con el medio, se vuelven en contra nuestra y facilitan nuestra caída en el abismo, ya que nuestra vista y nuestro oído están al servicio de nuestra locura y no de la realidad.
El viaje final de Trelkovsky en “El quimérico inquilino” (“Le Locataire”, 1976) es un paseo ejemplar a través de la esquizofrenia y la paranoia. Roman Polanski, al igual que hizo Buñuel con “Él” (1953) plasma los monstruos que produce el sueño de la razón, ese progresivo hundimiento en arenas movedizas de la cordura del que es imposible escapar solo. Pero una pregunta queda en el aire...Trelkovsky ¿estaba loco o le volvieron loco? ¿Quién era realmente Trelkovsky? Trelkovsky es un oficinista de origen polaco que busca vivienda en París. Al fin encuentra un apartamento libre cuyo anterior inquilino, una muchacha, hace pocos días que se ha tirado por la ventana y agoniza en el hospital. Trelkovsky entrará, sin proponérselo, en la vida de la anterior inquilina, descubriendo que tienen mucho en común. Poco a poco, la actitud censora de sus vecinos, la sordidez del entorno y los propios problemas personales de Trelkovsky desencadenarán un trágico final. Para vivir esta vida satisfactoriamente hay que abstraerse un poco de los elementos negativos de la realidad, al menos lo suficiente para que no te afecten de manera destructiva, porque esa destrucción conlleva a la autodestrucción. Trelkovsky era un hombre vulgar que vivía sumido en la mediocridad. Sin duda tenía “algo” que le hacía único y especial, quizás una mayor sensibilidad, quizás una visión más completa del mundo, quién sabe. Pero Trelkovsky se dejó vencer por esa mediocridad, creyendo que su imperfección lo hacía inferior a los demás (no soportar la propia imperfección es un rasgo de esquizofrenia). El ser humano es una cosa imperfecta y Trelkovsky nunca lo asumió, es más, estaba avergonzado de ello. En la primera “cita” con el personaje de Isabel Adjani, Trelkovsky se avergüenza de tener que ir al servicio a orinar y pone una excusa estúpida. También pisa el excremento de un perro y disimuladamente se limpia el zapato arrastrando el pie. Situaciones normales por las que todos pasamos y que no tienen mayor importancia, son insoportables para Trelkovsky. Por otro lado, está la ausencia de la reafirmación personal de Trelkovsky. Es un cero a la izquierda, todo el mundo le ningunea, le toma el pelo y le desprecia. Y lo peor es que él lo permite. Es incapaz de poner en marcha los mecanismos de defensa que permiten liberar la frustración de manera correcta y eficaz. Toda esa frustración no liberada se acumula en su mente hasta que termina por explotar. No es extraño que la identidad de Trelkovsky quede diluida en la de la antigua inquilina.
Pero “El quimérico inquilino” no es sólo una radiografía mental de un esquizofrénico-paranoide. También puede ser interpretada como un horrible cuento de terror (no olvidemos su final bizarro, con ese grito a lo Munch, que anuncia un eterno retorno angustiante). Polanski, en un principio, juega con el espectador, ocultando que las suposiciones persecutorias de Trelkovsky son fruto de su enfermedad mental. Nos identificamos con el protagonista y con las injusticias que padece. Sentimos su mismo terror cuando ve esas figuras ausentes por la ventana del retrete, figuras que se pasan horas de pie sin explicación alguna. ¿Es real lo que está viendo Trelkovsky o es fruto de su imaginación? Al final Polanski responde a esa pregunta, restándole terror a la película, ya que esa ambigüedad es uno de sus puntos fuertes. Pero, repito, queda ese escalofriante final en la cama del hospital...¿Quién es realmente Trelkovsky? ¿Existió alguna vez Trelkovsky o sólo fue la pesadilla de una mujer agonizante?
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