La tercera y última película que dirigió Kevin Costner, una particular visión del western que si bien no llega a la originalidad de Bailando con Lobos, tiene calidad suficiente para que merezca la pena ver.
Una historia de honor, de orgullo y determinación frente a las injusticias, la eterna lucha del bien frente al mal, la justicia frente a la codicia. Hombres duros, de los que no hablan de sus sentimientos, ni de su pasado y que no lloran aunque se vean con las tripas en la mano.

El director se reserva además un papel muy interesante, en mi opinión de las mejores interpretaciones de su carrera. Un hombre atormentado por un pasado, un fiel escudero que es el fondo un luchador profesional, un mercenario capacitado para la lucha. He visto papeles parecidos, tiroteos parecidos, duelos en el OK Corral, pero este es de los buenos.
Robert Duvall coprotagoniza esta cinta, el director le deja llevar todo el peso de la trama durante gran parte de las dos horas que dura el film, si bien se reservó las mejores escenas, el papel y la calidad interpretativa del eterno Consigliere completan una película que si bien no pasará a la historia del género por aportar nada nuevo, consigue colarse a la sombra de los clásicos más modernos.
Annette Benning da vida al amor del protagonista, una mujer madura, que rescata de la soltería al solitario y atormentado héroe. El director da un papel de peso e importancia en la historia, excesiva en mi opinión, la expone demasiado en la línea de fuego y es un poco forzado que esta mujer le tenga tan poco apego a la vida.

Una historia de amor de fondo, que pasa de un lento coqueteo a una promesa de pasar una vida juntos tomando el té en la vajilla de porcelana que el héroe regala a la gentil dama. Una buena fotografía y excelentes localizaciones. Esta bien, pero me sigue gustando más Rango.