No es una película para divertirse, es para extasiarse, así como cuando vez una obra de Miguelangelo o Velásquez. Me acuerdo de que los trailers solo decían película perfecta, magistral, hermosa y no daban mucha más información, pero es que es así. El arte va al alma y muchas veces no tiene palabras. La historia no real de Barry Lyndon te lleva a un viaje por la nobleza de finales del siglo XVIII y te sumerge en un mundo lleno de imágenes que no se habían visto en el cine y no se verán más nunca, a no ser que sea en esta película. La narración anticipada de lo que va a ocurrir es un logro importante que en lugar de ser negativo, te prepara para el mayor disfrute. Belleza y nobleza con una narración llena de humor sobre lo absurdo que resulta la vida tantas veces. Lo único cuestionable es el acento poco inglés de Ryan O'neal, aunque su actuación es muy buena. Lo realmente malo para mí es no poder coseguir el soundtrack, es maravilloso. Si no tienes el alma abierta para dejar que un torrente de arte puro se te meta y te estremezca, no la veas. Lenta?. Para mí no. Pero yo me podría quedar viendo durante dos horas seguidas Las Meninas de Velásquez o el David de Miguelangelo o cualquier obra de Dalí. Sin embargo, en las tres horas de Barry Lyndon pasa de todo, pero al ritmo de lo que dicta el arte de su creador.