Predecible y relamido thriller que copia el estilo de EL SILENCIO DE LOS CORDEROS y SEVEN (y por ende de otras muchas que las han calcado sin piedad), pero muy, muy lejos de ser la mitad de buena que éstas. Todo transcurre con una pasmosa monotononía, que aunque no llega a aburrir, sí que te deja esperando un algo más que nunca llega.

Se nos presenta a un papá criminólogo que reniega inconscientemente de su familia tras un trágico suceso, posteriormente inmerso en el mayor y más escalofriante caso de toda su carrera, que -como no-, acabará de forma muy personal para él. Entremedio, dramas de familia, colegueo policial, víctimas y verdugos y una investigación inconclusa y poco clara, pero que el bueno de Quaid acaba por resolver de forma muy precipitada (hay una clarísima falta de pistas para llegar a esa conclusión de forma tan inverosimil), después de que el guionista se quedara sin ideas (o cortaron demasiado el guión en la sala de montaje, una de dos).

Las interpretaciones son simplemente correctas, los decorados demasiado simples y aunque la sorpresa final no está mal, se ve venir bastante antes de que suceda con esos "jinetes" siendo redimidos por sus propios demonios. Lo dicho, se puede ver, pero no esperes gran cosa. Por algo ha sido pasto de videoclub.

- Lo mejor: la escenificación de las muertes y su descriptiva, además de poco sutil, explicación, ahorrando al espectador ver escenas sanguinarias. Destacar también el momento de la automutilación del chico ante la aterrorizada mirada de su hermano.

- Lo peor: su falta de emoción y que todo transcurra por lugares tan comunes y trillados en este género.