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España España · Pamplona
Voto de Asier Gil:
7
Drama Dahai, un minero exasperado por la corrupción de los dirigentes de su pueblo, decide pasar a la acción. San'er, un emigrante, descubre las infinitas posibilidades que le ofrece su arma. Xiaoyu, recepcionista en una sauna, no soporta más el acoso de un cliente rico. Xiaohui pasa de un trabajo a otro en condiciones cada vez más degradantes. Cuatro personajes, cuatro provincias, una reflexión sobre la China contemporánea: una sociedad con ... [+]
9 de diciembre de 2019
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El dolor de las promesas incumplidas es aquel que te va carcomiendo por dentro. Día tras día, te despiertas descubriendo que el sueño de igualdad que juraron que llegaría continúa perdido en las horas de la noche. Corrupción, explotación, abusos, pobreza, brechas sociales... Resulta que la vida sigue oliendo a estercolero. Pero entre más de 1.300 millones de habitantes, hay casos en los que personas llevadas al límite caen en la tentación de entender una verdad tan certera como peligrosa: nada iguala tanto como estar frente al cañón de una escopeta. Por eso, el ojo censor de China aún no ha permitido que 'Un toque de violencia' se estrene en sus salas, porque la denuncia social hacia la desolación que esconde el impetuoso empuje económico chino es irrefutable.
El director Jia Zhang-ke se basó en cuatro historias reales para plasmar en esta película la realidad china. Cuatro tramas en distintas regiones del país, con el único nexo de presentar todas ellas un final envuelto en sangre. Para describirlas, el realizador de 'Naturaleza muerta' -ganadora del León de Oro de Venecia en el año 2006- se sirvió de la inspiración del género de artes marciales 'wuxia', en el que una persona se enfrenta a una realidad agobiante que la oprime. En este caso, la de un minero harto de la corrupción, un inmigrante que se siente poderoso con un arma en la mano, una recepcionista de una sauna cansada de los abusos de sus clientes y un joven perdido entre las indignas condiciones laborales de trabajos insustanciales.
Contado a través de episodios vaga o nulamente conectados, al filme del cineasta chino le falta un toque innovador tras las cámaras para dignificar una trama que se hizo con el premio al mejor guion en el pasado Festival de Cannes. Los encuadres y planos fijos poseen gran carga simbólica, pero las secuencias son demasiado lentas y clasicistas. Sin embargo, ese enfoque realista, sin acompañamiento de banda sonora, con diálogos pausados y huérfano de estridencias narrativas con las que llamar la atención del espectador, consigue transmitir la crudeza de las situaciones de una manera tan natural que su impacto se multiplica. La clave está en aceptar ese ritmo sosegado y en dejarse cautivar por una fotografía sugestiva que, en ocasiones, brinda imágenes magnéticas. La película no imprime explícitamente sentencias políticas, ni su objetivo es bucear en el interior de los personajes. Tan solo aborda casos de personas anónimas cuyas realidades las llevaron a recurrir a una violencia que, al igual que sus vidas, en la pantalla se muestra fría y seca, no como un recurso empleado solamente para aligerar la carga dramática.
En el reparto, Jia Zhang-ke se valió de una mezcla entre rostros conocidos en el panorama cinematográfico chino, como Jiang Wu, Wang Baoqiang o Zhao Tao, y actores no profesionales. Todos logran aportar el hastío hacia una sociedad injusta y la mirada ingenua de aquellos que comprenden que se quedaron sin lugar en el mundo por recurrir a la violencia. El resultado final, además de la fuerte crítica extraída de una radiografía tan clara sobre la sociedad china, supone un largometraje crudo y penetrante. Y bastante evocador, a pesar de no brillar demasiado ni en el estilo narrativo ni en su puesta en escena.

Diario de Navarra / La séptima mirada
Asier Gil
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