Segundo largometraje que veo de Alexander Payne, director que me sorprendió muchísimo en Los descendientes, película que siempre tuve prejuicios por ella y me dejó muy contento al terminarla, y al ver esta que tampoco me llamaba la atención, termino con la misma sensación de felicidad. Quizás no me encante tanto como Los descendientes debido a su ritmo pausado pero como road-movie con tintes clásicos y con una química impresionante entre padre-hijo resulta realmente emocionante.
Bruce Dern realiza un magistral papel digno de oscar, cosa que por ejemplo June Squibb aunque resulta divertida como secundaria no hace más que alardear de cuantos hombres han querido lo que ya sabéis y por eso no veo yo como para nominarla a mejor actriz de reparto. Sorpresa con Will Forte, actor al que no conocía y consigue hacer un papel muy creíble y emotivo gracias al amor que siente hacia su padre, relación que no iba bien en varios años y que poco a poco se vuelve a unir. El dinero es la excusa perfecta para ver como la gente se interesa más en el que en la persona y se ve claro en las reacciones de la gente ante tal noticia, entonces se podría decir que es una forma de sátira y crítica ante lo que estamos acostumbrados en lo que la gente opina cuando tienes dinero y cuando no. La banda sonora cumple sin maravillar aunque siempre está presente y la fotografía es genial aunque quizás el tono de blanco y negro tampoco trasciende mucho de lo que habría sido en color.
En definitiva, una película original y emotiva por momentos, quizás no apta para estómagos impacientes porque el ritmo es pausado, algo más lento que en Los descendientes, es profunda y agradable, triste y real como la vida misma, tiene algunos tópicos pero son necesarios para ver una cinta realmente memorable. Notable.