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Voto de Quatermain80:
9
8,0
3.142
Drama
Rusia, siglo XVI. Segunda parte: Iván el Terrible vuelve a Moscú, donde los boyardos (nobles terratenientes rusos) siguen conspirando contra él y consiguen incluso el apoyo de la tía del Zar, que quiere ver a su hijo (un incapacitado mental) sentado en el trono y convertido en cabeza de la Iglesia rusa, la cual, mientras tanto, acusa a Iván de herejía. Pero el Zar se adelanta al complot urdido contra él y elimina a sus enemigos con ... [+]
13 de agosto de 2010
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Segunda parte de "Iván el terrible", me gustó aún más que la anterior, y eso que formalmente carece, salvo en alguna ocasión, de secuencias tan espectaculares como aquélla.
Iván regresa a Moscú amparándose en el apoyo popular que tan hábilmente había fomentado y comienza a urdir su venganza sobre los boyardos, conjurados ahora para destruirle definitivamente, conscientes del peligro que corren no ya sus privilegios, sino sus propias vidas. Iván recurrirá, además de a su nueva guardia personal, la "oprichnina", a la astucia y al maquiavelismo más puros para alcanzar sus objetivos, pero al tiempo verá surgir en su interior dudas y contradicciones anteriormente inexistentes. Y es que en esta segunda parte, el personaje de Iván cobra una dimensión dramática superior, convirtiéndose en una figura plenamente shakesperiana; así, es plenamente consciente y tiene la certeza de qué es lo que desea y cómo ha de obtenerlo, pero al tiempo duda, se pregunta si tiene derecho a actuar del modo en que lo hace, y se siente amargado por la inherente soledad que aqueja al poderoso. Por tanto, Iván se debate entre la humana necesidad de la amistad y la política imposición del aislamiento, y Eisenstein logra mostrar esta evolución psicológica con absoluta sensación de veracidad.
Como ya he comentado, visualmente no resulta tan fastuosa como la primera parte, abundando más en este caso los primeros planos, atentos a los sentimientos de los personajes, y el expresionismo que caracteriza a la fotografía de interiores, a cargo de Moskvin. Sin embargo, las secuencias finales, la de la fiesta (rodada a color), y la de la catedral (Shakespeare no la hubiera concebido mejor), además de suponer el clímax dramático de la obra, son realmente brillantes desde un punto de vista formal. Sin nada nuevo que decir acerca de interpretaciones, música, vestuario y decorados, que mantienen la calidad ya reseñada en la primera parte, sí me pareció que el guión mejoraba ostensiblemente, a medida que profundizaba en las inquietantes dudas de Iván.
Una verdadera lástima que Eisenstein no pudiera completar la obra con una tercera parte, "Los combates de Iván", de la que apenas realizó veinte minutos, antes de su prematura muerte.
Continúa en spoiler, sin revelar detalles.
Iván regresa a Moscú amparándose en el apoyo popular que tan hábilmente había fomentado y comienza a urdir su venganza sobre los boyardos, conjurados ahora para destruirle definitivamente, conscientes del peligro que corren no ya sus privilegios, sino sus propias vidas. Iván recurrirá, además de a su nueva guardia personal, la "oprichnina", a la astucia y al maquiavelismo más puros para alcanzar sus objetivos, pero al tiempo verá surgir en su interior dudas y contradicciones anteriormente inexistentes. Y es que en esta segunda parte, el personaje de Iván cobra una dimensión dramática superior, convirtiéndose en una figura plenamente shakesperiana; así, es plenamente consciente y tiene la certeza de qué es lo que desea y cómo ha de obtenerlo, pero al tiempo duda, se pregunta si tiene derecho a actuar del modo en que lo hace, y se siente amargado por la inherente soledad que aqueja al poderoso. Por tanto, Iván se debate entre la humana necesidad de la amistad y la política imposición del aislamiento, y Eisenstein logra mostrar esta evolución psicológica con absoluta sensación de veracidad.
Como ya he comentado, visualmente no resulta tan fastuosa como la primera parte, abundando más en este caso los primeros planos, atentos a los sentimientos de los personajes, y el expresionismo que caracteriza a la fotografía de interiores, a cargo de Moskvin. Sin embargo, las secuencias finales, la de la fiesta (rodada a color), y la de la catedral (Shakespeare no la hubiera concebido mejor), además de suponer el clímax dramático de la obra, son realmente brillantes desde un punto de vista formal. Sin nada nuevo que decir acerca de interpretaciones, música, vestuario y decorados, que mantienen la calidad ya reseñada en la primera parte, sí me pareció que el guión mejoraba ostensiblemente, a medida que profundizaba en las inquietantes dudas de Iván.
Una verdadera lástima que Eisenstein no pudiera completar la obra con una tercera parte, "Los combates de Iván", de la que apenas realizó veinte minutos, antes de su prematura muerte.
Continúa en spoiler, sin revelar detalles.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Si la primera parte gustó mucho a Stalin y el PCUS, esta segunda les horrorizó; a Stalin no debió agradarle nada que Iván tuviera tantos remordimientos de conciencia, que se preguntara acerca de la legitimidad o justicia de sus actos (que en verdad eran tan duros y censurables como las purgas stalinianas), y por su parte, el PCUS consideró que el filme falseaba los hechos históricos. Esta reacción ya debía temérsela el propio Eisenstein, que sufrió un ataque cardíaco al saber que Stalin había visto la película en un pase privado, quedando tan descontento que, acto seguido, instó al Comité Central del PCUS a prohibirla, cosa que, evidentemente sucedió, sin que pudiese estrenarse hasta 1958, en plena desestalinización y con su creador ya fallecido.