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España España · Madrid
Voto de andeltor:
10
Drama. Aventuras Segunda Guerra Mundial (1939-1945). Un grupo de oficiales ingleses y norteamericanos que están prisioneros en un campo de concentración nazi, se proponen organizar una fuga en la que se verán implicados doscientos cincuenta presos. Para llevar a cabo su plan comienzan a excavar tres túneles. (FILMAFFINITY)
7 de octubre de 2017
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Famosa y laureada película, más por el público que por la crítica, sobre la evasión en masa de prisioneros aliados de un campo de concentración nazi en Alemania, el "Stalag Luft III" a finales de la Segunda Guerra Mundial.

Pléyade de buenos actores, perfectamente dirigida por un maestro como John Sturges, narra la preparación y la ejecución de un plan de fuga para doscientos cincuenta prisioneros, donde cada uno de ellos aporta sus habilidades para lograr el fin común.

Matrícula de honor para una de las películas de evasión que guardo como más preciadas, y digna de visionar para el que todavía no lo haya hecho.

Transcribo un artículo del ABC que da fé de la autenticidad de la fuga en palabras de uno de los tres únicos supervivientes que lograron escapar:

"...Aunque esta historia es ampliamente conocida gracias a la película «La gran evasión» (que utilizó los sucesos acaecidos en este campo como base para su guión), la fuga de Stalag Luft III ha vuelto a salir a la luz después de que la muerte de Paul Royle, uno de los militares que logró escapar con vida de aquel lugar y que, en los días siguientes, fue capturado de nuevo por los alemanes. Desgraciadamente, el que fuera en su día un teniente de las fuerzas aéreas aliadas dejó el pasado jueves este mundo tras sufrir varias complicaciones después de ser sometido a una operación de cadera. No obstante, ha fallecido sabiendo que, a sus 101 años, fue uno de los pocos que logró poner en jaque al Tercer Reich.

Un campo para aviadores
Para hallar el origen del Stalag Luft III es necesario viajar hasta la ciudad de Zagan (ubicada en la actualidad al suroeste de Polonia). Y es que, fue en esa región ubicada a menos de 200 kilómetros de Berlín donde la Luftwaffe (la fuerza aérea germana) instauró en mayo de 1942 un campo de concentración en el que recluir a los aviadores británicos y estadounidenses capturados Este lugar fue llamado Kriegsgefangenenlager der Luftwaffe 3 y formaba parte de un total de seis complejos similares, varios de ellos ideados para albergar a los reos de una nacionalidad determinada.

Lo cierto es que para la ciudad no fue una sorpresa que los nazis levantaran aquel campo de concentración en la zona, pues ya habían visto pasar decenas de ejércitos por la zona. Así lo atestigua el memorial dedicado a estos campos (el «Muzeum obozów jenieckich żagań»), donde se señala que, ya en el año 1813, en la zona murieron decenas de soldados de Napoleón Bonaparte. Lo mismo sucedió en la Primera Guerra Mundial, donde la zona vivió una de las épocas más negras de su historia.

Con todo, hubo que esperar hasta 1942 para que se edificara en esta ciudad uno de los campos de concentración más «seguros» de la contienda. Y es que, escarmentados como estaban los nazis de que los presos trataran de escapar de sus centros de reclusión, decidieron idear un lugar del que fuera imposible huir. Para ello tomaron varias medidas entre las que destacaron elevar los barracones varios centímetros por encima de la tierra (lo que impedía que se construyeran túneles sin que ellos se percatasen) e instalar varios micrófonos sismográficos en los alrededores para evitar que se excavase sin su consentimiento. Por descontado, los guardias vigilaban como águilas a los reos para no tener disgustos innecesarios.

El plan para huir
No obstante, con lo que los alemanes no contaban era con el ingenio de unos presos deseosos de ser libres. A su vez, tampoco tuvieron en cuenta que habían introducido en aquella cárcel a un maestro de las fugas, el soldado británico Roger Bushell, quien contaba con un extenso currículum en lo que a salir por piernas de una prisión se refiere. Este militar, así como otros tantos, formaron un «comité de huidas» (algo muy británico) y pusieron sus cabezas a barruntar un plan que les permitiese escapar de Stalag Luft III. La bombilla se les encendió en 1943, cuando «Big X» (nombre en clave de este militar) decidió que lo mejor sería excavar tres túneles (llamados «Tom», «Dick» y «Harry») a través de los que escaparon 250 de los reos.

Tras seleccionar cuidadosamente los lugares en los que serían emplazados los túneles para no que no fueran descubiertos, comenzó la «obra». «El primero de estos túneles saldría de la chimenea; el segundo, de debajo de los lavabos; y el tercero, de debajo de la base de una estufa. […] Había que aprovechar las únicas construcciones de ladrillo que llegaban hasta el suelo para usarlas como entradas para los túneles», explica el historiador, escritor y periodista Jesús Hernández en su obra «Las 100 mejores anécdotas de la Segunda Guerra Mundial». Una vez tomada la decisión, se determinó que los corredores estarían ubicados 10 metros bajo el suelo para evitar las molestas vibraciones de los vehículos alemanes, las cuales podrían hacer que se viniesen abajo.
La construcción empezó de forma sencilla, pero pronto se empezaron a acumular los problemas. El primero de ellos fue la posibilidad de que los túneles se derrumbaran. Para solucionarlo, los presos apuntalaron las paredes con maderas de sus camastros, tablones de los barracones (que no fueran muy visibles) y hasta regaderas. El segundo sobrevino cuando los reos se percataron de que las galerías carecían de ventilación. En este caso su ingenio fue todavía mayor, pues idearon una serie de sistemas de respiración basado en latas viejas y pequeños recovecos de respiración en los propios corredores.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
andeltor
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