La coexistencia de una serie de valores naturales en la sociedad y su total inadmisión en nuestra vida cosmopolita no nos debiera de suponer la incapacidad del hombre para hallar su propia realidad moral. De hecho, cada cual fundamenta su libertad o su percepción de ésta no como una realidad paralela (Platón se equivocaba); no existe el mundo más allá de las apariencias, sino un mundo en el que la diversidad permite que la persona pueda encontrar su libertad en todo aquello que le sea denegado. Del mismo modo, aquel al que se le deniega la vida buscará la muerte (o el suicidio como queramos decirlo), pero si hallamos nuestra libertad, o aquella que nos pertenece, no habrá motivos para preocuparse, porque por mucha amenaza que nos suponga la vida, ésta nos supondrá un beneficio aún mayor. El protagonista pues, no pasa al estado de naturaleza...desentierra sin más su libertad, que yacía perenne en los cimientos de la ciudad.