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España España · Sevilla
Voto de Lemmytico:
7
Serie de TV. Drama. Thriller Serie de TV (2013-2018). 6 temporadas. 73 episodios. El implacable y manipulador congresista Francis Underwood (Kevin Spacey), con la complicidad de su calculadora mujer (Robin Wright), maneja con gran destreza los hilos de poder en Washington. Su intención es ocupar la Secretaría de Estado del nuevo gobierno. Sabe muy bien que los medios de comunicación son vitales para conseguir su propósito, por lo que decide convertirse en la ... [+]
17 de marzo de 2016
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
House of Cards tiene dos almas. La primera es atractiva, morbosa y definitivamente más comercial. Supone acercarnos al abismo moral del juego político de élite. La carencia de escrúpulos, la manipulación sistemática, la ausencia de cualquier afecto sincero (siempre una debilidad), vivir en un juego de espejos continuo en el que cada decisión y cada comentario pueden impulsar tu carrera o terminar con ella y, en suma, el reguero de dolor, vidas destruidas y corrupción que pavimentan el camino al poder.

Es innegable que este no deja de ser el cebo que vende la serie y es lógico que ocupe un lugar destacado del tiempo en pantalla. El problema es que de este modo la serie se ve obligada a subir continuamente las apuestas para evitar que el espectador pierda interés. No te preocupas por Frank Underwood como personaje, solo quieres ver hasta donde será capaz de llegar, qué nuevas cotas de villanía alcanzará, con qué maquiavélico plan superará el próximo obstáculo que se le presente, cuál será el próximo rival a batir y cuán escaldado saldrá tras cruzar su camino con el malvado protagonista. Es como un videojuego, en el que cada temporada supusiese nuevas misiones y nuevos jefes finales, cada vez más difíciles. Esto redunda, a mi entender, en una pérdida de verosimilitud que hace descender varios enteros la calidad global de la serie. Con cada giro, cada nuevo escenario cargado de problemas, cada enemigo batido, cada peligro evitado, cada escándalo que acaba salpicando a todos menos al protagonista... Cada vez se fuerza más la capacidad del espectador de suspender su incredulidad y se cae más en el atajo narrativo, el recurso facilón y el deux-ex-machina.

Con todo, mi principal problema con House of Cards no es si es más o menos creíble. La principal razón por la que no termino de conectar con ella es que uno acaba saturado de tanta maldad, de tanto cinismo. No soy ningún santurrón, también es para mí un placer perverso ver como Underwood trama sus planes y se sale con la suya. Pero llega un momento en el que te hastía sumergirte en tanta podredumbre, tanta inmoralidad, tanta desesperanza. Acabas harto de escuchar que la democracia es una mentira, que nuestras vidas no son más que juguetes de la ambición de la minoría que realmente cuenta, que somos todos unos imbéciles que bailamos al son que nos marcan. Es muy difícil empatizar con el protagonista, hasta tal punto que te acaba dando lo mismo incluso que termine siendo derrotado y reciba su merecido. Porque sabes que si pierde lo hará a manos de alguien igual de pérfido y corrupto, alguien que -con buenas o malas intenciones de partida- ha tenido que rebajarse a jugar el mismo juego de Underwood, solo que por una vez ha jugado mejor.

¿Y por qué sigo viendo House of Cards entonces? Porque tiene un segundo alma, que ocupa menos tiempo y a la que se le da menos importancia, pero que es muchísimo más rica e interesante que la anterior. Son aquellos momentos en los que se muestra algo complejidad emocional, en los que los personajes ganan matices. Cuando dudan, cuando sufren, cuando muestran remordimientos, cuando recuerdan con nostalgia momentos más felices, cuando se lamentan de no haber tomado otro camino… Cuando muestran, en suma, algo de tridimensionalidad. Esos momentos son tan brillantes y están tan bien contados que hacen que no termines nunca de tirar la toalla.

Es por eso que prefiero a Claire Underwood mucho antes que a su marido, y me hubiese gustado que la serie pivotase más sobre ella que sobre él. Claire, soberbiamente interpretada por una Robin Wright consciente de estar ante el papel de su vida, es un personaje más interesante, duda más, soporta peor el peso de los sacrificios, le duelen más las renuncias, manifiesta sentimientos más auténticos. Eso no significa que no esté tan cegada por la ambición como su marido, o que no sea capaz de actos igual de inmorales. Claire es más interesante que Frank porque es corrupta y cruel a pesar de tener también sentimientos contrarios. Frank nunca duda, o lo hace muy levemente. Claire no es el contrapunto buenista de Frank, simplemente es un personaje más complejo y sugerente.

House of Cards habría sido una obra maestra si hubiese querido ser sobre todo un retrato realista de los habitantes de la cúspide del sistema político, con sus grandezas y miserias, sus cloacas pero también sus gotitas de humanidad. Porque cuando lo es, cuando es más de Claire, de Jacqueline Sharp y hasta de Doug Stamper o Remy Danton, la serie alcanza cimas muy altas, comparables a lo mejor de esta edad de oro de la televisión. Pero casi siempre es más sobre Frank, sobre Petrov, Raymond Tusk, Seth Grayson y demás desalmados, con los que se disfruta un culebrón, pero no se viaja a las alturas del mejor drama.
Lemmytico
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