Maravillosa película de encendido romanticismo, canto al amor y a la inocencia más allá de la vida. A los descreídos y cínicos ojos de hoy tal vez les parezca excesivamente naif, pero no deja de ser sino una especie de cuento de hadas desesperado con final dramático. Joan Fontaine, actriz que no se encuentra entre mis favoritas, está en esta película sencillamente sensacional, con un trabajo lleno de matices, casi hipnótico, que lleva en volandas la película hasta unas cotas de emoción realmente inolvidables, acompañada por un Charles Boyer en el papel de irónico, cosmopolita y mundano músico a la búsqueda de no se sabe qué, del que nuestra ninfa se enamora. Al magnífico acabado final de la película contribuye un conjunto de secundarios en estado de gracia, una partitura de alto nivel de Korngold -deudora en parte de la "Sinfonía Alpina" de Richard Strauss- y la dirección, elegante, transparente de Edmund Goulding -autor de dos obras maestras, "El filo de la navaja" (1946) y "El callejón de las almas perdidas". Casi una obra maestra.