Cuando un western lleva el nombre de Kevin Costner, no es algo que se deba pasar por alto. El actor sabe muy bien lo que hace, su carrera está plagado de ellos, aunque muchos a simple vista no lo parezcan.

Open Range es, de momento, la última palabra del actor respecto al género y no pretende llevarla por la senda de la espectacularidad artificiosa precisamente; para eso ya están películas como Waterworld o Wyatt Earp. Aquí de lo que se trata, es de acompañar por esos hermosos parajes a los dos vaqueros, conocer los lazos que les unen e incluso llegar a comprender sus actos cuando se cierne la amenaza, para ello Costner se toma su tiempo, se recrea en esos espacios naturales y en las adversidades de la madre naturaleza, grandes protagonistas de esta historia. Sin embargo seremos testigos de lo que les costará echar raíces a los personajes principales, que no se hará de otra forma que no sea a base de plomo y sangre, características que de siempre han hecho salvaje al lejano oeste.

El trío de ases formado por Costner, Duvall y Bening, no necesitan ningún tipo de presentación y están a la altura de lo que se espera de ellos; eso si, destaco la belleza de la actriz que aún a su edad no ha perdido ni un ápice de atractivo, es más, me atrevo a decir que las arrugas que hace ya algún tiempo asomaron en su rostro, no le sientan nada mal; al contrario. Buenas y sobrias interpretaciones para un film que no termina de ser redondo, ya que ese ímpetu de Costner por salirse de convencionalismos, termina por pasarle factura al no querer finalizar su film con ese álgido momento que es, el lento y brutal duelo entre los dos vaqueros y sus acosadores (atención al sonido: el primer disparo es poco menos que terrorífico) y decide regodearse en el amor que sienten los personajes de Charlie Waite (Costner) y Sue Barlow (Bening) en tres largas escenas antes de los créditos finales; es algo que resulta excesivo, incluso para quienes buscan algo más que un típico y comercial western de Hollywood.