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Voto de Néstor Juez:
7
6,1
4.165
Drama
La película gira en torno a una familia burguesa que posee una empresa en Calais, al lado de los campamentos donde viven miles de refugiados. (FILMAFFINITY)
8 de octubre de 2017
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
A las 12:00, sin movernos de sala, fue el turno de las perlas, en este caso con la nueva obra de uno de los realizadores europeos más venerados de las últimas décadas: Michael Haneke y su Happy end, que compitió en mayo en Cannes. Un drama corrosivo lleno de humor negro y maldad almacenada sobre familias de núcleo podrido y sus contactos con el mundo de los refugiados. Los Laurent son tres generaciones de burgueses que se reúnen durante unos días en la señera mansión del huraño patriarca George (un glorioso Jean-Louis Trintignant), que cumple 85 años. Mientras tanto, se desatan infidelidades en el seno interno del hijo Thomas, quién acaba de tener su segundo hijo con su nueva mujer. Su introvertida hija Eve retrata su alrededor en Snapchat aderezando las imágenes con las reflexiones más malvadas. Anne (Isabelle Huppert) prepara su matrimonio con Lawrence (Toby Jones) y lidia con un accidente en su empresa de obras de Calais, colindante con un campamento de refugiados. Mientras tanto, su conflictivo hijo reniega del comportamiento de su madre, siendo aislado a cambio. Estos miembros familiares convivirán durante días, guardándose para sí resentimientos, diferencias y desprecios por tiempo limitado.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Un relato más de la hipocresía de la burguesía y de la maldad que oculta reside en su tranquilo seno. Esta vez salpimentado con guiños aquí y allá a las redes sociales y a los nuevos lenguajes de internet. Muchas líneas narrativas fluyendo a la vez y convirgiendo al final, conectadas entre sí y planteadas con elementos secundarios que quedan para la interpretación personal. Haneke es un maestro filmando, y se aprecia de nuevo en su construcción de encuadres, estructura de guión, dirección de actores y apuntalamiento de universos diegéticos de sórdidos tonos narrativos. Pero en esta ocasión rinde por encime de sus habilidades, perdiendo impacto, dispersándose en su relato e intercambiando elegancia por apuntes negros de humor cáustico chanantes. El asunto de los refugiados apenas queda reducido a una anécdota, y el uso de los medios de comunicación digital, a una superficial gracieta. Con todo, es un buen film de entretenido visionado y múltiples lecturas, y hasta en una obra menor Haneke se desenvuelve en las más dotadas esferas de la expresión cinematográfica.