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Voto de Daninho_8:
10
8,2
14.058
Drama. Romance
Un viejo payaso (Charles Chaplin), después de evitar el suicidio de una joven bailarina (Claire Bloom), no sólo la cuida, sino que, además, se ocupa de enseñarle todo lo que sabe sobre el mundo del teatro para hacerla triunfar. Último y melancólico film americano de Chaplin. (FILMAFFINITY)
5 de setiembre de 2009
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para un hombre que se convirtió en un icono del siglo XX, no es sencillo asumir el final de un ciclo, pero aquí demuestra su grandeza para decir adiós de una forma digna.
Desde el primer minuto el film desprende un aroma testamentario, y segundo avanza, el espectador acumula más inquietud, pues más que pensar en saborear el momento, se retuerce por dentro sabiendo que la luz del artista se está apagando. Observando cualquiera de sus films anteriores encontramos coincidencias, características de la filmografía del inglés, pero al mismo tiempo comprobamos que Chaplin nunca se tomó tan en serio a si mismo.
Desde el primer minuto el film desprende un aroma testamentario, y segundo avanza, el espectador acumula más inquietud, pues más que pensar en saborear el momento, se retuerce por dentro sabiendo que la luz del artista se está apagando. Observando cualquiera de sus films anteriores encontramos coincidencias, características de la filmografía del inglés, pero al mismo tiempo comprobamos que Chaplin nunca se tomó tan en serio a si mismo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
El personaje protagonista remite a la soledad del actor que está incompleto sin el público; el actor que ni quiere ni admira al público, pero que lo necesita. Ahí vemos el mayor reflejo de un Chaplin con innegable talento; un talento tan grande como su propio ego.
Pero esta es una película de sentimientos y actitudes que giran 360º (como buen melodrama).
De hecho, la historia ya empieza con un viejo que salva a una joven de la muerte. El anciano se comporta cómo alguien maduro, que encaja con serenidad el paso de los años. Sin embargo, al mismo tiempo, se resiste a renunciar a la gloria del pasado, e intenta demostrar que aún tiene cosas que decir. Terry parte de la situación opuesta, pues es una joven con talento y con toda la vida por delante para triunfar, pero inestable emocional y psicológicamente. Por eso su mejor complemento es la madurez de Calvero. Y sorprendentemente, es el quien renuncia a la joven. Al marcharse no sólo le permite desarrollar su carrera sin cargar con un lastre, si no que además está asumiendo estoicamente el final de un ciclo. Es el dilema de saber retirarse a tiempo. Y a partir de ese momento vemos un Calvero muy diferente, al que ya no le puede su propio ego, que acepta la transición con una sonrisa. Chaplin refleja su vida, en la que pasó de ser el dios de millones de personas, a objeto de desprecio público. Pero una cosa es asumir el paso del tiempo y el declive artístico, y otra renunciar al pasado. Por eso este final es tan emotivo y duro; porque es un homenaje a si mismo que busca enseñar la herida en el corazón del artista, de la que el espectador también es culpable.
La escena con Keaton es una maravilla de la que no somos merecedores. Los asistentes a la gala benéfica llevan los aplausos preparados de casa, pero la sorpresa llega cuando Calvero y su amigo (al igual que Chaplin y Keaton) demuestran que aún son capaces de provocar las risas del público por mérito propio. Pero no lo hacen para el público; es una demostración para si mismos.
Para los 3 minutos finales no encuentro adjetivos a la altura del fragmento. Es tan sublime, emotivo, hermoso y perfecto, que establece una categoría superior en la que habría que situar esta escena en solitario. Mientras suena esa música hermosa, la sábana blanca cubre el cadáver y nos damos cuenta de que ese es el auténtico final de Charles Chaplin. Es el momento en el que Chaplin se despide del público, y deja el camino libre para una nueva generación de artistas.
Pero esta es una película de sentimientos y actitudes que giran 360º (como buen melodrama).
De hecho, la historia ya empieza con un viejo que salva a una joven de la muerte. El anciano se comporta cómo alguien maduro, que encaja con serenidad el paso de los años. Sin embargo, al mismo tiempo, se resiste a renunciar a la gloria del pasado, e intenta demostrar que aún tiene cosas que decir. Terry parte de la situación opuesta, pues es una joven con talento y con toda la vida por delante para triunfar, pero inestable emocional y psicológicamente. Por eso su mejor complemento es la madurez de Calvero. Y sorprendentemente, es el quien renuncia a la joven. Al marcharse no sólo le permite desarrollar su carrera sin cargar con un lastre, si no que además está asumiendo estoicamente el final de un ciclo. Es el dilema de saber retirarse a tiempo. Y a partir de ese momento vemos un Calvero muy diferente, al que ya no le puede su propio ego, que acepta la transición con una sonrisa. Chaplin refleja su vida, en la que pasó de ser el dios de millones de personas, a objeto de desprecio público. Pero una cosa es asumir el paso del tiempo y el declive artístico, y otra renunciar al pasado. Por eso este final es tan emotivo y duro; porque es un homenaje a si mismo que busca enseñar la herida en el corazón del artista, de la que el espectador también es culpable.
La escena con Keaton es una maravilla de la que no somos merecedores. Los asistentes a la gala benéfica llevan los aplausos preparados de casa, pero la sorpresa llega cuando Calvero y su amigo (al igual que Chaplin y Keaton) demuestran que aún son capaces de provocar las risas del público por mérito propio. Pero no lo hacen para el público; es una demostración para si mismos.
Para los 3 minutos finales no encuentro adjetivos a la altura del fragmento. Es tan sublime, emotivo, hermoso y perfecto, que establece una categoría superior en la que habría que situar esta escena en solitario. Mientras suena esa música hermosa, la sábana blanca cubre el cadáver y nos damos cuenta de que ese es el auténtico final de Charles Chaplin. Es el momento en el que Chaplin se despide del público, y deja el camino libre para una nueva generación de artistas.