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España España · Ávila
Voto de Ludovico:
3
Drama Marsella, año 2.000. Los protagonistas de la película son personajes muy heterogéneos que viven en un mundo banal y confuso. Michèle es una obrera de una lonja de pesacado cuya obsesión es salvar a su hija de las drogas. Paul traiciona la huelga de sus compañeros estibadores y se hace taxista. Vivianne es una profesora de música que ya no puede soportar la ideología derechista de su marido. Abderramane es un hombre que sale de prisión ... [+]
10 de enero de 2008
21 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
El llamado «realismo» —la reproducción supuestamente fiel de la realidad en sus aspectos externos—hace años que dejó de interesar a la literatura o a la pintura, y la actitud de la crítica hacia esta tendencia (incluida la crítica de izquierdas) es básicamente la de verla como un movimiento «superado». Curiosamente, sin embargo, en el cine sigue con plena vigencia suscitando la admiración de crítica y público. ¿Qué hay, entonces, detrás de esta llamativa división de criterio? ¿Una distinta naturaleza del cine respecto de las otras artes que condiciona una orientación diferente de sus temáticas y objetivos? ¿O una incoherencia por simple falta de reflexión sobre la razón de ser de la obra de arte? Dejemos la pregunta en el aire y que cada cual se la responda como quiera…

En cualquier caso, estamos aquí ante un ejemplo típico de realismo social con afán claramente pedagógico y «concienciador». Guédiguian nos ofrece un atiborrado repertorio de calamidades sociales en el que no se ha dejado fuera ni uno sólo de los problemas «de candente actualidad»: emigración, drogas, racismo, paro, violencia doméstica, problemas laborales, marginación… Ni uno sólo se queda fuera en esta especie de «informe» sociológico en el que no se ha querido desaprovechar la oportunidad para meter cualquier cosa que funcione mal a nivel social. Desde luego, no seré yo quien le contradiga con una visión optimista del mundo, pero el problema es que lo que puede funcionar como «informe sociológico» puede no funcionar como película. Una película es algo más que un repleto catálogo de miserias, por muy reales que éstas sean.

Víctima de esta bulimia «concienciadora», Guédiguian incurre incluso en lo peor en que puede caer el realismo: en la caricatura, echando mano de unos golpes de efecto fáciles, esperpénticos y fuera de lugar que, en algún caso, más que incrementar el dramatismo, como pretende el director, pueden provocar justamente el efecto contrario* (spoiler).

Por otra parte, la estructura «coral», tan a la moda ahora en el cine, está empezando a resultar cargante y, desde luego, es demasiado cómoda: resulta relativamente fácil pintar unos personajes con unos trazos gruesos, apelando a que hay que repartir la atención entre todos. Así, en lugar de la necesaria profundidad de uno o dos personajes trazados con rigor de pies a cabeza, nos quedamos con la superficialidad de diez o doce «apuntes», al precio, demasiado bajo, de engarzar sus respectivas historias con una mínima destreza. Pero diez malos personajes no suman uno bueno.

Por si fuera poco, la película es, en mi opinión, estéticamente horrorosa. No me había encontrado con una fotografía tan hortera desde que vi «Todo sobre mi madre».

Y, como guinda, la innecesaria demagogia del título…

En fin, que no.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ludovico
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