Porque me gusta el ballet desde que tengo memoria, odio esta película, con sus pretensiones, su crueldad inútil, su dislocado efectismo disfrazado de arte.
Es verdad que detrás de la apariencia sutil del ballet hay esfuerzo y dolor. Pero no esta obsesión casi de film de terror.
Todo parece pensado para presentar a la Portman como una calienta bragueta, por no ser más claro.
¡Qué mal lo pasaría Chaikowski si pudiera ver esto! Y en una película con el fondo del Lago de los cisnes la música apenas tiene importancia.
Vincent Cassel está aquí insoportable, sobreactúa que da pena.
Pero, claro, fue en su día una película con un gran marketing, basado sobre todo en la atracción de la Portman y muchos se sienten en la obligación de escribir maravillas.
Si una película es buena si no deja indiferente, esta lo sería. Pero hay tanto tópico en ella, se ve tanto la voluntad de asustar que al final hay que decantarse. Y me decanto por un no. Tanto más que, a pesar de la truculencia, con frecuencia me acordaba de Homero Simpson y su famoso ¡Me aburro! Deseando que llegara cuanto antes el final.
Lo cual no quita para que Natalie Portman lo haga a conciencia y como una grande. Pero da pena verla en este papel.