La manaza del hombre sobre el medioambiente, con su consabido apocalipsis y futuro distópico, sirve de excusa para meter a un montón de gente dentro de un tren que no para de dar vueltas y del que nadie se puede bajar. Y como estar encerrado estresa a cualquiera, a los de la clase turista les entra el síndrome a lo loco y se aventuran a avanzar para dar de leches a los de primera clase, que son unos cabrones opresores. Vamos, lo de siempre.

Hay muchas peleas, a veces a cámara rápida, a veces al ralentí, a veces con personajes saltarines, a veces en plan hacha en mano, que para eso el dire es coreano, pero, en realidad, son todas un coñazo. Lo único digno de destacar es Tilda Swinton y sus disertaciones filosóficas para chiquillos de cuatro años, que la verdad es que mola.

Una peli gélida; aunque más que helado, lo que terminas es frito.