No está Charlie Kaufman, ni esto es Olvídate de mí, pero el francés Michel Gondry ha vuelto a sacarse de su privilegiada cabecita una peli realmente original; sobre una base argumental terriblemente convencional, la lucha del propietario y sus amigos por salvar un videoclub condenado a ser demolido, se construye una comedia freaky con toques surrealistas (la magnetización de Jerry, el alter ego de Jack Black, por ejemplo) que homenajea a todos los que disfrutamos de sacar cintas en el videoclub de nuestro barrio. Al mismo tiempo esconde una crítica a las grandes productoras, por convertir lo que es algo creativo en un mero producto comercial, y lo que me ha resultado más llamativo, la pretensión de dar gracias a los espectadores que gastan sus dineros para pasar unos buenos ratos en su casa.
Lo de "suecar" las películas me ha perecido divertidísimo, esa manera de reinterpretar los clásicos de los ochenta, algo que yo mismo he hecho modestamente con mi cámara en multitud de ocasiones.
La peli pierde bastante cuando apuesta por una comedia costumbrista al estilo "capriano", con la historia de Fats Weller, que significa un giro a un cine mucho más convencional y menos interesante, aunque de todos modos resulta grato comprobar que hay cineastas que apuestan por nuevas ideas que unas veces resultan bien y otras son irregulares, pero creo que esta peli es francamente recomendable.