Leaving las Vegas. Crank: veneno en la sangre. Ghost Rider: espíritu de muerte. Hardcore: un mundo oculto. City of Angels.

Lo único más o menos bueno es el gusto musical con el que nos deleita Scorsese, la edición videoclipera y alucinada tan de finales del siglo pasado (y principios de este) y el retrato de Nueva York como un criadero al por mayor de tarados, toxicómanos, delincuentes, indigentes y prostitutas. Es como si para él, el mayor atractivo de la ciudad de sus amores fuera precisamente eso, una especie de parque temático de la degradación, donde el aburrimiento no existe. Su mirada sobre ese mundo es un tanto morbosa, que trata de envolver al espectador con el placer de lo prohibido.

Pero al mismo tiempo es un verdadero horror. Cage (en una actuación cargante y sobreactuada) es un conductor de ambulancia totalmente desquiciado (que le dejen trabajar en ese estado le da a la película un aire surrealista), que oye voces, ve visiones, sufre de insomnio, que bebe, berrea sin previo aviso... Es imposible tomársela medianamente en serio, carece de un hilo narrativo claro por lo que enseguida aburre. Infumable e insufrible.