Sólo por ver juntos a Robert De Niro y Dustin Hoffman ya puedes ir haciendo hueco en tu agenda para no perderte «Los padres de él». No tan regular ni bien realizada como la primera, pero, en mi opinión, más divertida, y de eso se trata, ¿no?

Los padres Foller son espontáneos y extrovertidos, para mi gusto demasiado, aunque tienen la ventaja de que no son tan elitistas ni criticones como el abuelo Jack Byrnes. El encontronazo está asegurado, y esta nueva entrega juega, no ya con la ridiculez de los personajes, sino con la oposición de caracteres, por lo que sale ganando. Un Dustin Hoffman con quien te ríes desde su primera aparición, cumpliendo mi teoría de que los grandes actores lo demuestran en la comedia, es Bernie Foller, naturalista y amo de casa. Sensacional el partido de rugby. Desternillante. Por él, y por Barbra Streisand, a quien se le ve a las claras que no tiene ni idea de lo que hacer con el balón. Qué gran momento. Los Byrnes tienen menos gags, pero las caras de De Niro lo dicen todo. Hacer reír con una mirada, con un gesto de contrariedad, con un fruncir de cejas, tiene un mérito enorme. Ellos pueden.

La trama empieza y sigue muy bien, pero tras la hora cae en una última parte en la que el humor prácticamente desaparece y se torna todo en una terapia familiar en la que Jack deberá deshacerse un poco de sus malas pulgas. Sí, lo necesita, pero los otros también deberían ser algo más discretitos, ¿no?

Comedia agradable y simpática. Imposible no reírse.