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Voto de Kaori:
3
7,1
229
Serie de TV. Animación. Comedia. Drama. Romance
Serie de TV (1986-1988). 96 episodios. La historia se centra principalmente en la relación entre Yusaku Godai, un pésimo estudiante universitario y Kioko Otonashi, una joven viuda que regental la casa de huéspedes en la que vive Yusaku, así como los huéspedes de la casa. (FILMAFFINITY)
30 de agosto de 2020
5 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
De verdad que me imagino a Takahashi riéndose a carcajada limpia de los espectadores que han querido ver en esta obra lo más romántico del mundo cuando es lo contrario.
«Maison Ikkoku» sigue la línea tragicómica que ya vimos en «Urusei Yatsura», solo que haciéndolo mucho peor, a través de un retrato des-romantizado de la sociedad japonesa de los ochenta (puede que también actual) donde al pedirte matrimonio te enseñan primero la cartilla de la cuenta corriente. El amor no existe en estas parejas, a lo sumo es un complemento, un añadido, mayormente unidireccional. «Maison Ikkoku» normaliza el desamor, el matrimonio de conveniencia, meditado y amistoso; la vida es frustrante y amarga, supéralo y sé feliz con lo que tienes. Cuánta crueldad, Rumiko.
Vamos a dejar de lado las historias de Mitaka, Akemi y Kozue (spoiler), donde también se ve esta visión práctica y alejada de cualquier romanticismo, y fijémonos en los protagonistas. Su historia no es una historia de amor, sino la historia de una pareja en la que, repito, el amor no es lo principal. Kyoko decide casarse porque quiere casarse, porque debe casarse, no porque se vuelva a enamorar. De hecho, no se habla nunca de amor, ni siquiera el propio Godai se plantea que lo ame, sino solo piensa que lo elija a él para casarse y no venga otro que la convenza no sabemos cómo. Es muy fuerte que el noventa por ciento de conversaciones que mantienen sea sobre asuntos económicos: a Kyoko lo único que le interesa es que Godai encuentre trabajo, y de ahí que ni se plantee una relación sin antes asegurarse de que tiene dinero para mantenerla.
Claro, que ¿quién se va a enamorar de un tipo como Godai, que no vale un duro? En la serie es un conquistador porque hay que reafirmar al personaje, pero no hay quien se lo crea. Su extrema cobardía e inseguridad hacen de él una persona poco fiable, irritante y tonta hasta el cansancio. No puedes ir por la vida con esa actitud inmadura y acobardada hasta con niñas de quince años que lo torean, amigos/enemigos que hacen con él lo que quieren, enamoradas que lo comprometen sin que pueda decir que no y una mujer que en teoría ama pero ante la que es incapaz casi de hablar o abrir la boca. La absoluta falta de naturalidad, de confianza, de feeling, entre esta pareja es tan abusiva, tan enorme, que solo puedes creer que su relación es un negocio, un acuerdo. Todo muy correcto, muy formal, pero sin amor, sin romanticismo.
Además, Kyoko es en teoría la mujer ideal, pero demuestra ser una basura de persona. Hipócrita, falsa y egoísta, participa de la nula personalidad de Godai, de la completa falta de energía para tomar decisiones y ser franca. Esta mujer no tiene ningún reparo en jugar con los sentimientos de las personas, aparentar hasta el último segundo y mentir abiertamente sobre lo que piensa o siente (si es que siente algo, porque vaya rango emocional...). Impagable el capítulo 26 donde hace cálculos sobre si le conviene más Mitaka o Godai, para concluir que no tiene que agobiarse aún porque, total, «ambos están dispuestos a esperar lo que haga falta»... Hay que ser miserable.
Aparte de lo dicho, encontramos un guion a lo largo de noventa y seis episodios con problemas de coherencia, personajes secundarios que si muriesen no me importaría, situaciones que no hacen gracia, como la adicción a la bebida que presentan todos (Kentaro y su madre, por favor...); conflictos que se basan en la estupidez máxima de los protagonistas y tramas deleznables como la de la petarda de Yagami.
Menuda decepción más grande.
«Maison Ikkoku» sigue la línea tragicómica que ya vimos en «Urusei Yatsura», solo que haciéndolo mucho peor, a través de un retrato des-romantizado de la sociedad japonesa de los ochenta (puede que también actual) donde al pedirte matrimonio te enseñan primero la cartilla de la cuenta corriente. El amor no existe en estas parejas, a lo sumo es un complemento, un añadido, mayormente unidireccional. «Maison Ikkoku» normaliza el desamor, el matrimonio de conveniencia, meditado y amistoso; la vida es frustrante y amarga, supéralo y sé feliz con lo que tienes. Cuánta crueldad, Rumiko.
Vamos a dejar de lado las historias de Mitaka, Akemi y Kozue (spoiler), donde también se ve esta visión práctica y alejada de cualquier romanticismo, y fijémonos en los protagonistas. Su historia no es una historia de amor, sino la historia de una pareja en la que, repito, el amor no es lo principal. Kyoko decide casarse porque quiere casarse, porque debe casarse, no porque se vuelva a enamorar. De hecho, no se habla nunca de amor, ni siquiera el propio Godai se plantea que lo ame, sino solo piensa que lo elija a él para casarse y no venga otro que la convenza no sabemos cómo. Es muy fuerte que el noventa por ciento de conversaciones que mantienen sea sobre asuntos económicos: a Kyoko lo único que le interesa es que Godai encuentre trabajo, y de ahí que ni se plantee una relación sin antes asegurarse de que tiene dinero para mantenerla.
Claro, que ¿quién se va a enamorar de un tipo como Godai, que no vale un duro? En la serie es un conquistador porque hay que reafirmar al personaje, pero no hay quien se lo crea. Su extrema cobardía e inseguridad hacen de él una persona poco fiable, irritante y tonta hasta el cansancio. No puedes ir por la vida con esa actitud inmadura y acobardada hasta con niñas de quince años que lo torean, amigos/enemigos que hacen con él lo que quieren, enamoradas que lo comprometen sin que pueda decir que no y una mujer que en teoría ama pero ante la que es incapaz casi de hablar o abrir la boca. La absoluta falta de naturalidad, de confianza, de feeling, entre esta pareja es tan abusiva, tan enorme, que solo puedes creer que su relación es un negocio, un acuerdo. Todo muy correcto, muy formal, pero sin amor, sin romanticismo.
Además, Kyoko es en teoría la mujer ideal, pero demuestra ser una basura de persona. Hipócrita, falsa y egoísta, participa de la nula personalidad de Godai, de la completa falta de energía para tomar decisiones y ser franca. Esta mujer no tiene ningún reparo en jugar con los sentimientos de las personas, aparentar hasta el último segundo y mentir abiertamente sobre lo que piensa o siente (si es que siente algo, porque vaya rango emocional...). Impagable el capítulo 26 donde hace cálculos sobre si le conviene más Mitaka o Godai, para concluir que no tiene que agobiarse aún porque, total, «ambos están dispuestos a esperar lo que haga falta»... Hay que ser miserable.
Aparte de lo dicho, encontramos un guion a lo largo de noventa y seis episodios con problemas de coherencia, personajes secundarios que si muriesen no me importaría, situaciones que no hacen gracia, como la adicción a la bebida que presentan todos (Kentaro y su madre, por favor...); conflictos que se basan en la estupidez máxima de los protagonistas y tramas deleznables como la de la petarda de Yagami.
Menuda decepción más grande.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
-Kozue se casa con un amigo que le pide matrimonio enseñándole la cuenta corriente. Godai le ha mentido en su cara, ha sido falso y deshonesto, pero todo acaba de buen rollo porque, claro, al protagonista hay que hacerle la pelota todo lo que se pueda. Sea como sea, Kozue no se casa por amor, se casa porque le viene bien con el primero que se lo pide.
-Akemi se casa con su jefe de la cafetería, algo que ya sospechábamos, la verdad, pero también sin amor presumiblemente. Él le propone matrimonio y ella acepta. Punto. Por cierto que Akemi tiene una melena pelirroja que quita el sentido y pese a sus muchos defectos, no termina de caerte mal. Es la única que le dice cuatro cosas a Kyoko ante su estupidez.
-Mitaka...,¡ay, Mitaka! Este hombre es ideal, perfecto. No solo guapísimo, sino también seguro de sí mismo, honesto, inteligente, educado, amable, responsable... Sus momentos con Kyoko tienen más profundidad, más sinergia romántica que toda la serie junta..., pero como he dicho esta historia no es de amor... El comportamiento que tiene Kyoko con él es despreciable, por mantener sus esperanzas sin ninguna razón. La trama de Mitaka es posiblemente la más cruel de «Maison Ikkoku»: termina casándose con una chica a la que no ama por una serie de estúpidos malentendidos. Es el culmen de la crueldad: tener que renunciar al verdadero amor por un compromiso que no has buscado, que no has querido... Luego sale que son muy felices, pero yo creo que esa risa de Mitaka esconde una gran infelicidad...
-Akemi se casa con su jefe de la cafetería, algo que ya sospechábamos, la verdad, pero también sin amor presumiblemente. Él le propone matrimonio y ella acepta. Punto. Por cierto que Akemi tiene una melena pelirroja que quita el sentido y pese a sus muchos defectos, no termina de caerte mal. Es la única que le dice cuatro cosas a Kyoko ante su estupidez.
-Mitaka...,¡ay, Mitaka! Este hombre es ideal, perfecto. No solo guapísimo, sino también seguro de sí mismo, honesto, inteligente, educado, amable, responsable... Sus momentos con Kyoko tienen más profundidad, más sinergia romántica que toda la serie junta..., pero como he dicho esta historia no es de amor... El comportamiento que tiene Kyoko con él es despreciable, por mantener sus esperanzas sin ninguna razón. La trama de Mitaka es posiblemente la más cruel de «Maison Ikkoku»: termina casándose con una chica a la que no ama por una serie de estúpidos malentendidos. Es el culmen de la crueldad: tener que renunciar al verdadero amor por un compromiso que no has buscado, que no has querido... Luego sale que son muy felices, pero yo creo que esa risa de Mitaka esconde una gran infelicidad...